Judit Introducci¨®n
Judit y la historia
No emplearemos mucho tiempo en demostrar que toda esta historia es una ficci¨®n. Desde el primer vers¨ªculo nos habla de Nabucodonosor, rey de los asirios, mientras que era rey de Babilonia y aplast¨® a Asiria. Los discursos de su general Holofernes son caricaturas fuera de toda realidad, y a cada instante se encuentran anacronismos.
Pero, despu¨¦s de haber dicho esto, est¨¢ claro que el autor quiere recordarnos una verdad permanente de la historia: Dios est¨¢ en contra de los poderes opresores y siempre lleva a cabo su propio plan. Este libro contiene numerosas alusiones al Exodo y los cap¨ªtulos 15-16 de Judit retoman las ideas y las palabras de Ex 15. A lo largo de todo el libro, y en el mismo orden, se encuentran los diversos episodios y los di¨¢logos del combate de David y Goliat.
Lo que estimul¨® al autor y que explica el car¨¢cter propio de esta nueva presentaci¨®n de las victorias de Dios, parece que fue la resistencia heroica contra los invasores sirios en tiempos de los Macabeos. La victoria de Judit expresa las esperanzas del pueblo jud¨ªo despu¨¦s de esos años tan duros que le permitieron recuperar, luego de m¨¢s de tres siglos, su independencia. Ahora, no s¨®lo los jud¨ªos han recobrado la independencia sino que tambi¨¦n han conquistado una gran parte de Palestina: todos piensan que se acerca la hora en que Dios reunir¨¢ a su pueblo y reinar¨¢ sobre las naciones.
Hay que agregar que Judit es uno de los escasos libros de la Biblia en que el h¨¦roe es una mujer. Esto lo perjudic¨®. Si fue excluido de la Biblia hebrea, fue en parte porque s¨®lo se ten¨ªa su versi¨®n griega, pero tal vez molestaba tambi¨¦n el personaje de Judit que les quitaba su monopolio a los sacerdotes y los doctores.
David y Goliat: el super-armado y el d¨¦bil; el que dispone de la t¨¦cnica, las armas sofisticadas y la banca internacional; el que puede difundir su verdad e imponerla a trav¨¦s del mundo... Y el d¨¦bil, siempre despojado, acallado, tenido como culpable, a menudo segregado en las reservas y los campos de refugiados. Su fe y su perseverancia ser¨¢n su fuerza (Sal 37; Lc 18,1). Habr¨¢ una hora de Dios, pero tal vez no ser¨¢ la venganza y las masacres con los que soñaba el autor de Judit. Pues las riendas de la historia est¨¢n en las manos del que fue crucificado y resucit¨®, y todos ser¨¢n salvados a pesar de que no saben cu¨¢l puede ser la salvaci¨®n a la que Dios nos lleva.