Josu¨¦ Introducci¨®n
EL SIGLO DE JOSUÉ
La misi¨®n de Mois¨¦s se hab¨ªa acabado en el monte Nebo. Como lo vimos en el Deuteronomio, Mois¨¦s hab¨ªa sido llamado por Dios para guiar al pueblo y hacer que ¡°subiera¡± desde la esclavitud de Egipto hasta las puertas de la Tierra Prometida. El pueblo est¨¢ pues all¨ª, frente a esa tierra que Dios le da en herencia y en ese momento es Josu¨¦, el primer Jes¨²s (pues Josu¨¦ y Jes¨²s en hebreo tienen la misma graf¨ªa) quien va a introducir al pueblo en el la tierra prometida.
Un pueblo de emigrantes
Hablar de pueblo es mucho decir. En efecto, todav¨ªa no se trata m¨¢s que de algunos clanes guiados por Mois¨¦s a trav¨¦s del desierto y que sin duda se han incrementado con nuevos elementos con los cuales se encontraron en el lugar santo de Cad¨¦s-Barne. Por pocos que hayan sido estos n¨®madas confiados ahora a Josu¨¦, llevan consigo una experiencia de una riqueza tal que se transformar¨¢, despu¨¦s de reunirse con otras tribus que no hab¨ªan abandonado la Palestina, en la herencia espiritual de todos.
Frente a los cananeos que habitaban las ciudades y cultivaban las tierras de los alrededores, estos n¨®madas toman poco a poco conciencia de su originalidad y de su identidad. El que se revel¨® a Mois¨¦s en el Sina¨ª y que multiplic¨® las maravillas a favor de los fugitivos de Egipto, Yav¨¦-Dios, hizo una alianza con este pueblo de n¨®madas, con estas tribus de beduinos. Les dio su ley al mismo tiempo que su promesa. En adelante ser¨¢n el pueblo que ¨¦l se eligi¨® y ¨¦l ser¨¢ su Dios. Es durante este per¨ªodo de Josu¨¦ y de los Jueces cuando se constituir¨¢ realmente el pueblo de Israel.
Sin embargo, por muy colmados que se sientan por Yav¨¦, estos n¨®madas no pueden dejar de sentir admiraci¨®n por los cananeos en medio de los cuales viven. Los historiadores nos dicen que este per¨ªodo del segundo milenio antes de Cristo es el per¨ªodo m¨¢s prestigioso de la historia de Palestina en el plano cultural. Frente a las ciudades cananeas con sus fortificaciones, sus templos y sus palacios con artesonado de cedro, y decorados con incrustaciones de marfil, el nivel de vida de los n¨®madas parec¨ªa muy pobre. El mismo contraste se daba en el plano religioso: los cananeos de las ciudades multiplicaban sus celebraciones, fiestas y ritos a la vista de los beduinos que no ten¨ªan ni siquiera templo.
La tentaci¨®n es grande, y tanto los libros de Josu¨¦ y de los Jueces como los de Samuel y de los Reyes no cesar¨¢n de mostrarnos con cu¨¢nta facilidad el pueblo de Israel se dejaba arrastrar. Atra¨ªdo por esa civilizaci¨®n brillante, abandona al mismo tiempo sus costumbres propias y su fe para adoptar los cultos de los habitantes del pa¨ªs. Durante todo el per¨ªodo de la realeza los profetas no dejar¨¢n de recordar al pueblo las exigencias de la alianza y de la fidelidad a Yav¨¦.
La verdad sobre la conquista
Un pueblo seducido por la cultura cananea, hombres de Dios que resisten proclam¨¢ndole el llamado a la fidelidad, tal es el conflicto permanente que nos presentan los textos de la Biblia con respecto a este per¨ªodo. El libro de Josu¨¦ parece que nos presentara una conquista sistem¨¢tica del pa¨ªs llevada a cabo por Josu¨¦ a la cabeza de las tribus; sin embargo las cosas debieron suceder de manera muy distinta.
La gente de las ciudades y los n¨®madas eran muy diferentes, y la obligaci¨®n que ten¨ªan unos y otros de cohabitar en un mismo territorio, no impidi¨® que hubiera conflictos, unas veces eran los cananeos los que ganaban, otra, los n¨®madas. Con el tiempo, las tribus fueron imponiendo su ley a los antiguos habitantes del pa¨ªs, y en la ¨¦poca de Sa¨²l, los n¨®madas de otrora, convertido en citadinos a medida que pasaban los años, se hab¨ªan apoderado del poder en el pa¨ªs. David primero, y despu¨¦s Salom¨®n deber¨ªan confirmar esta situaci¨®n.
Las minor¨ªas activas son las que hacen la historia. Cuando hablamos de la Iglesia y de su impacto en el mundo, no se trata a veces m¨¢s que de una minor¨ªa de creyentes. Los grupos de profetas que, varios siglos despu¨¦s de Josu¨¦, recopilaron las tradiciones y los documentos sobre la conquista, no pretendieron entregarnos una historia exacta y completa de aqu¨¦lla. No nos dejemos engañar por el aspecto triunfador de estos relatos en que todo Israel obtiene junto a Josu¨¦ victorias asombrosas: el libro de Josu¨¦ narra pequeñas cosas que constituyeron una gran historia.
EL LIBRO DE JOSUÉ Y SUS AUTORES
Cuando se redact¨® el presente libro, la historia de Josu¨¦ se perd¨ªa en un pasado del que ya se hab¨ªan olvidado muchos detalles, sin embargo, bastaban algunas im¨¢genes y recuerdos para ilustrar la vocaci¨®n del pueblo de Dios y el sentido de sus aventuras.
Josu¨¦ inaugura la serie de libros que la Biblia hebraica llama Profetas Anteriores, entendiendo por este t¨ªtulo que estos libros hist¨®ricos nos hablan de una historia que comenz¨® bastante antes que los profetas, pero que fueron pensados y compuestos en las cofrad¨ªas de profetas. Toda la serie que lleva desde Josu¨¦ a los libros de los Reyes forma en realidad una unidad con la reflexi¨®n del Deuteronomio. Hoy d¨ªa se habla habitualmente de historia Deuteronomista para designar este conjunto.
El libro de Josu¨¦ se compuso en gran parte en los ¨²ltimos tiempos del reino de Jud¨¢. Entonces la idea de que la tierra de Palestina es el gran don de Dios a su pueblo y la señal de su alianza, invitaba a constatar en el pasado una correspondencia entre las conquistas y la fidelidad a la alianza, entre las infidelidades y el fracaso.
El autor ha conocido el tiempo de Josu¨¦ a trav¨¦s de m¨²ltiples fuentes: tradiciones orales muy maltratadas, sin duda, a causa de los 500 años transcurridos; documentos conservados tal vez en los santuarios antiguos de Israel, como el de Guilgal, y documentos sobre el catastro de las tribus que databan de la ¨¦poca real.
El libro debe de haber sido retocado en tiempos del exilio de Babilonia. Fue entonces cuando intervinieron los sacerdotes y en muchos de sus pasajes impusieron otra interpretaci¨®n, acentuando al mismo tiempo el car¨¢cter lit¨²rgico de los acontecimientos importantes.