1 Este es el texto de la carta del rey:
1 «¡El gran rey Asuero a los gobernadores de las ciento veintisiete provincias que van desde la India a Etiop¨ªa, y a los jefes de regi¨®n que son sus s¨²bditos!
2 Aunque estoy a la cabeza de innumerables pueblos y aunque soy dueño de toda la tierra, me he hecho un deber no dejarme embriagar por el orgullo del poder, gobernar siempre con sabidur¨ªa y benevolencia, garantizar continuamente a mis s¨²bditos una vida en paz. Quiero extender hasta los l¨ªmites de mi reino la civilizaci¨®n y la libre circulaci¨®n, de tal manera que reine la paz que todos desean.
3 Mis consejeros me est¨¢n informando cu¨¢les son los medios para alcanzar este objetivo. Pues bien, un hombre cuya sabidur¨ªa es eminente, cuya entrega no tiene falla, cuya fidelidad es a toda prueba, y que ocupa el segundo puesto en el reino ¡ªme refiero a Am¨¢n¡ª
4 ese hombre ha denunciado ante nosotros a un pueblo lleno de malas intenciones, que est¨¢ entremezclado con todos los pueblos del mundo. Sus leyes lo ponen en conflicto con todas las naciones; esa gente ignora sistem¨¢ticamente las ¨®rdenes de los reyes, hasta el punto de arruinar los esfuerzos de un gobierno que dirigimos de manera irreprochable.
5 Hemos constatado que ese pueblo, ¨²nico en su g¨¦nero, se opone constantemente al resto de la humanidad, mantiene malos sentimientos hacia nuestro gobierno, y est¨¢ dispuesto a cometer los peores cr¨ªmenes para impedir que el reino viva en paz.
6 En vista de eso, hemos ordenado lo siguiente: Todos los que sean designados en las cartas de Am¨¢n, quien es responsable del gobierno y es para nosotros como un segundo padre, ser¨¢n exterminados radicalmente junto con sus mujeres e hijos el d¨ªa catorce del duod¨¦cimo mes (el mes de Adar) del presente año. Ser¨¢n ejecutados por la espada de sus enemigos sin ninguna piedad ni miramiento.
7 De esta manera los opositores de ayer y de hoy ser¨¢n enviados, en un solo d¨ªa, al lugar de los muertos, y los asuntos p¨²blicos recuperar¨¢n la paz y la tranquilidad para el porvenir».
La oraci¨®n de Mardoqueo
8 Mardoqueo or¨® al Señor, record¨¢ndole todas sus maravillas, y le dijo:
9 «Señor, Señor, Rey todopoderoso, todo est¨¢ en tus manos, y nadie puede opon¨¦rsete si t¨² has decidido salvar a Israel.
10 T¨² hiciste el cielo, la tierra y todas las maravillas que est¨¢n bajo el cielo.
11 T¨² eres el Señor de todas las cosas y nadie puede resistirte, porque t¨² eres el Señor.
12 T¨² lo sabes todo, Señor; t¨² sabes que no fue por insolencia ni por orgullo ni por vanidad que me negu¨¦ a hincarme ante ese orgulloso de Am¨¢n;
13 sin embargo estar¨ªa dispuesto a besar la planta de sus pies con tal de salvar a Israel.
14 Pero he actuado as¨ª para no poner la gloria de un hombre por encima de la gloria de Dios. No quiero adorar a nadie m¨¢s que a ti, mi Señor, y no lo hago por orgullo.
15 Ahora Señor, Dios y Rey, Dios de Abrah¨¢n, salva a tu pueblo, ahora que tienen fijos sus ojos en nosotros para destruirnos y para hacer desaparecer el pueblo que te pertenece desde el principio.
16 No abandones a tu pueblo, al que libraste de Egipto.
17 Atiende a mi oraci¨®n, mira favorablemente a tu pueblo, transforma nuestro pesar en alegr¨ªa. Haz que vivamos y entonaremos c¨¢nticos en honor de tu nombre, Señor. No permitas que desaparezcan los que cantan tus alabanzas».
18 Y todo Israel clamaba con todas sus fuerzas porque se ve¨ªan enfrentados a la muerte.