Baruc (Bar) Cap¨ªtulo 6
1 «Por los pecados que han cometido en la presencia de Dios, ser¨¢n llevados cautivos a Babilonia por Nabucodonosor, rey de los babilonios.
2 Llegados, pues, a Babilonia, estar¨¢n all¨ª much¨ªsimos años y por muy largo tiempo, hasta siete generaciones, despu¨¦s los sacar¨¦ de all¨ª en paz.
3 Ahora bien, ustedes ver¨¢n en Babilonia dioses de oro, de plata, de piedra y de madera, llevados a hombros, que causan un temor respetuoso a las gentes.
4 Gu¨¢rdense, pues, ustedes de imitar lo que hacen los extranjeros, de modo que vengan a temerlos.
5 Cuando vean, pues, detr¨¢s y delante de ellos la turba que los adora, digan all¨¢ en su coraz¨®n: ¡Oh Señor, s¨®lo a ti se debe adorar!
6 Porque mi Angel est¨¢ con ustedes y yo mismo tendr¨¦ cuidado de sus almas.
7 Puesto que la lengua de los ¨ªdolos fue pulida por el art¨ªfice, son un mero engaño, e incapaces de poder hablar aunque est¨¦n dorados y plateados.
8 Y al modo que se hace un adorno para una muchacha que gusta engalanarse, as¨ª, echando mano del oro, los adornan con esmero.
9 A la verdad, los dioses de ellos tienen puestas en la cabeza coronas de oro; oro que, despu¨¦s, juntamente con la plata, les arrebatan los sacerdotes a fin de gastarlo para s¨ª mismos
10 y aun lo hacen servir para engalanar a los prostitutas de su casa. Visten a estos dioses como a hombres, aunque son de oro, plata y madera,
11 pero estos dioses no saben librarse del or¨ªn ni de la polilla.
12 Y despu¨¦s que los han revestido de p¨²r pura, les limpian el rostro con motivo del much¨ªsimo polvo que hay en sus templos.
13 Tiene tambi¨¦n el ¨ªdolo un cetro en la mano, como lo tiene el que gobierna el pa¨ªs; mas ¨¦l no puede quitar la vida al que lo ofende.
14 Tiene igualmente en la mano la espada y el hacha; pero no se puede librar a s¨ª mismo de la guerra ni de los ladrones; por todo lo cual pueden ver que no son dioses.
15 Por eso, no tienen que temerlos; porque los tales dioses son como una vasija hecha pedazos, que para nada sirve.
16 Una vez colocados en un templo, sus ojos se cubren luego del polvo que levantan los pies de los que entran.
17 Y al modo que encierran detr¨¢s de muchas puertas al que ofendi¨® al rey, como se practica con un muerto que se lleva al sepulcro, as¨ª los sacerdotes aseguran las puertas con cerraduras y cerrojos para que los ladrones no despojen a sus dioses.
18 Encienden tambi¨¦n delante de ellos l¨¢mparas, incluso m¨¢s numerosas que para s¨ª mismos, pero no pueden ver ninguna de ellas;
19 estos dioses son como las vigas de una casa que est¨¢n ro¨ªdas por dentro; la polilla se los come a ellos y sus vestiduras sin que ellos se den cuenta.
20 Negras se vuelven sus caras con el humo que hay en su casa.
21 Sobre su cuerpo y sobre su cabeza vuelan las lechuzas, las golondrinas y otras aves, y tambi¨¦n los gatos andan sobre ellos.
22 Por donde pueden conocer que no son dioses; y, por lo mismo, no los teman.
23 Adem¨¢s de esto, si el oro que tienen como adorno no lo limpia alguno del or¨ªn, ya no relucir¨¢. Ni aun cuando los estaban fundiendo sintieron nada.
24 Y a pesar de que no hay en ellos esp¨ªritu alguno, fueron comprados a gran precio.
25 Son llevados a hombros, ya que no tienen pies, demostrando as¨ª a los hombres su vergonzosa impotencia. Avergonzados sean tambi¨¦n los que los adoran.
26 Por eso, si caen a tierra no se levantan por s¨ª mismos; ni por s¨ª mismos se echar¨¢n a andar si alguno los pone de pie; y les tienen que poner delante las ofrendas como a los muertos.
27 Estas ofrendas las venden y aprovechan sus sacerdotes, tambi¨¦n sus mujeres las salan y no dan nada de eso al enfermo ni al mendigo.
28 Las mujeres embarazadas y las que est¨¢n impuras por sus reglas comen los sacrificios de ellos. Conociendo, pues, por todas estas cosas que no son dioses, no tienen que temerlos.
29 Mas ¿por qu¨¦ los llaman dioses? Las mujeres presentan dones a esos dioses de plata, de oro y de madera;
30 los sacerdotes est¨¢n sentados en los templos de ellos, llevando rasgadas sus t¨²nicas y rapado el cabello y la barba, y con la cabeza descubierta,
31 y rugen dando gritos en la presencia de sus dioses, como se practica en un banquete f¨²nebre.
32 Con los vestidos que quitan a sus ¨ªdolos visten a sus mujeres y a sus hijos.
32 Y aunque a los ¨ªdolos se les haga alg¨²n bien, no pueden premiar o castigar en ning¨²n caso. No pueden poner a un rey ni quitarlo. 33 Y tampoco pueden dar riquezas,
34 ni siquiera una monedita. Si alguno les hace un voto y no lo cumple, ni de esto se quejan.
35 No pueden librar a un hombre de la muerte ni amparar al d¨¦bil contra el poderoso.
36 No restituyen la vista a ning¨²n ciego ni sacar¨¢n de la miseria a nadie.
37 No se compadecer¨¢n de la viuda ni ser¨¢n bienhechores de los hu¨¦rfanos.
38 Son semejantes a las piedras del monte esos dioses de madera, de piedra, de oro, de plata. Los que los adoran ser¨¢n confundidos.
39 ¿C¨®mo, pues, puede pensarse o decirse que son dioses?
40 Incluso los mismos caldeos los desprecian. Cuando ven que uno no puede hablar, porque es mudo, lo presentan a Bel, rog¨¢ndole que lo haga hablar; como si fuera capaz de entender.
41 Ellos, que piensan, no son capaces de rechazar a dioses que no tienen entendimiento.
42 Las mujeres, ceñidas de cordones, se sientan en los caminos quemando afrechillo, como si fuera incienso.
43 Y si alguna de ellas, atra¨ªda por alg¨²n pasajero, ha dormido con ¨¦l, reprocha a su compañera por no haber sido escogida como ella y porque no ha sido roto su cinto.
44 Todo lo que se hace en honor de estos dioses es engaño. ¿C¨®mo, pues, podr¨¢ nunca juzgarse o decirse que ¨¦sos sean dioses?
45 Han sido fabricados por carpinteros y por plateros, y no son otra cosa que lo que quisieron sus art¨ªfices.
46 Los art¨ªfices mismos de los ¨ªdolos duran poco tiempo; ¿podr¨¢n, pues, ser dioses las cosas que ellos mismos se fabrican?
47 No dejan a sus descendientes sino mentira y oprobio.
48 Porque, si sobreviene alguna guerra o desastre, los sacerdotes andan discurriendo d¨®nde refugiarse con sus dioses.
49 ¿C¨®mo no entienden entonces que no son dioses los que no pueden librarse de la guerra ni sustraerse de las calamidades?
50 Porque siendo, como son, cosa de madera, dorados y plateados, conocer¨¢n finalmente todas las naciones y reyes que son un engaño; reconocer¨¢n que no son dioses, sino obra de las manos de los hombres, y que nada hacen en prueba de que son dioses.
51 Pero, ¿y c¨®mo se conoce que no son dioses, sino obra de las manos de los hombres, y que no hacen nada que sea propio de dioses?
52 Ellos no pueden nombrar a rey alguno en ning¨²n pa¨ªs ni pueden dar la lluvia a los hombres.
53 No decidir¨¢n, ciertamente, los pleitos ni librar¨¢n de la opresi¨®n al que sufre injusticias, porque nada pueden; 54 son como las golondrinas que se quedan entre cielo y tierra.
54 Porque si se incendia el templo de esos dioses de madera, de plata y de oro, seguramente que sus sacerdotes huir¨¢n y se pondr¨¢n a salvo; pero ellos se quemar¨¢n dentro, lo mismo que las vigas.
55 No opondr¨¢n resistencia a un rey o a un ej¨¦rcito.
56 ¿C¨®mo, pues, puede creerse o admitirse que sean dioses?
57 No se librar¨¢n de ladrones ni de salteadores esos dioses de madera y de piedra, dorados y plateados; seguramente aqu¨¦llos pueden m¨¢s que ellos, y les quitar¨¢n el oro, la plata y el vestido de que est¨¢n cubiertos, y se marchar¨¢n sin que los ¨ªdolos puedan defenderse a s¨ª mismos.
58 De manera que vale m¨¢s un rey que muestra su poder, o cualquier mueble ¨²til en una casa, del cual se precia el dueño, o la puerta de la casa, que guarda lo que hay dentro de ella, que los falsos dioses.
59 Ciertamente que el sol, la luna y las estrellas, que est¨¢n puestas para alumbrarnos y sernos provechosos, obedecen a Dios.
60 Asimismo, el rel¨¢mpago se deja ver cuando aparece, y el viento que sopla por todas las regiones.
61 Igualmente, las nubes, cuando Dios las manda recorrer todo el mundo, ejecutan lo que se les ha mandado.
62 El fuego, tambi¨¦n enviado de arriba para abrasar los cerros y los bosques, cumple lo que se le ha ordenado. Mas estos ¨ªdolos no se parecen a ninguna de esas cosas ni en la belleza ni en la fuerza.
63 Y, as¨ª, no debe pensarse ni decirse que sean dioses, ya que no pueden ni hacer justicia ni proporcionar bien alguno a los hombres.
64 Sabiendo, pues, que ellos no son dioses, no tienen que temerlos.
65 No env¨ªan maldici¨®n ni bendici¨®n a los reyes;
66 no muestran tampoco a los pueblos señales en el cielo, ni lucen como el sol, ni alumbran como la luna.
67 M¨¢s que ellos valen las bestias, que pueden huir o refugiarse bajo cubierto y valerse a s¨ª mismas.
68 De ninguna manera son dioses, como es evidente; por lo tanto, no tienen que temerlos.
69 Porque as¨ª como no es buen guardi¨¢n de un melonar un espantap¨¢jaros, as¨ª son sus dioses de madera, de plata y de oro.
70 Son como la zarza de un huerto, sobre la cual viene a posarse toda clase de p¨¢jaros. Tambi¨¦n estos dioses de madera, dorados y plateados, se asemejan a un cad¨¢ver que yace en la oscuridad.
71 Al ver que la p¨²rpura y escarlata se apolillan sobre ellos, conocer¨¢n claramente que no son dioses. Ellos mismos son devorados al fin por la polilla, y pasan a ser la verg¨¹enza de su pa¨ªs.
72 M¨¢s vale el var¨®n justo que no tiene ¨ªdolos, porque nadie le quitar¨¢ su fama.

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Comentarios Baruc, cap¨ªtulo 6
6,1

El presente discurso era distinto del libro de Baruc en un comienzo. Nos pone en guardia tambi¨¦n a nosotros contra las formas desordenadas del culto a los santos y el demasiado y a veces exagerado inter¨¦s por las im¨¢genes religiosas.
6,27

En medio de tantas consideraciones, que tal vez parecer¨¢n largas, n¨®tese el juicio expresado en los vers¨ªculos 27 y 37: una religi¨®n que no se preocupa por el hu¨¦rfano y la viuda es una religi¨®n falsa.