1 Bajo el reinado de Asarjad¨®n, volv¨ª pues a mi casa y me reun¨ª con mi mujer Ana y con mi hijo Tob¨ªas. Para la fiesta de Pentecost¨¦s, la fiesta de las Semanas, se hace una gran cena. Me recost¨¦ para comer, me acercaron la mesa con muchos platos.
2 Dije entonces a mi hijo Tob¨ªas: «¡Hijo m¨ªo, anda a ver si encuentras entre nuestros hermanos exiliados en N¨ªnive a alg¨²n pobre que se acuerde de Dios con todo su coraz¨®n, y tr¨¢emelo para que comparta conmigo esta comida. Te esperar¨¦, hijo, hasta que regreses!¡±
3 Sali¨® Tob¨ªas en busca de un pobre entre nuestros hermanos, y al regresar dijo: «Pap¨¢, acaban de asesinar a uno de nuestra raza. Lo estrangularon, lo dejaron tendido en la plaza del mercado y all¨ª est¨¢ todav¨ªa».
4 Dej¨¦ mi comida sin tocarla siquiera; de un salto saqu¨¦ al hombre de la plaza y lo dej¨¦ en una pieza esperando la puesta del sol para enterrarlo.
5 Luego regres¨¦, me lav¨¦ y com¨ª mi pan en medio de l¨¢grimas.
6 Me acord¨¦ de las palabras del profeta Am¨®s, con respecto a Betel: «Sus fiestas se transformar¨¢n en luto y todos sus cantos en lamentaciones».
7 Llor¨¦ y cuando se entr¨® el sol, fui a hacer un hoyo y lo enterr¨¦.
8 Mis vecinos dec¨ªan burl¨¢ndose: «¿Y todav¨ªa no tiene miedo? ¡Ya tuvo que huir una vez, y de nuevo entierra a los muertos!»
9 Esa noche me di un baño. Sal¨ª al patio y me recost¨¦ junto a la muralla del patio; como hac¨ªa calor, ten¨ªa la cara destapada.
10 No sab¨ªa que encima de m¨ª, en la muralla, hab¨ªa p¨¢jaros; los excrementos calientes cayeron sobre mis ojos y me produjeron unas manchas blancas. Fui a consultar a los m¨¦dicos, pero mientras m¨¢s medicinas me aplicaban m¨¢s crec¨ªan las manchas. Estuve cuatro años sin ver; todos mis hermanos estaban afligidos. Pero durante los dos años antes de la partida de Ajicar a Elimaida, ¨¦l se preocup¨® de m¨ª.
11 Por ese entonces, mi mujer encontr¨® trabajo: hilaba la lana y recib¨ªa madejas para tejer.
12 Cuando entregaba el encargo recib¨ªa su paga. Pues bien, el siete del mes de Ditros, termin¨® una pieza y se la entreg¨® a los clientes; estos le pagaron lo que le deb¨ªan y le dieron adem¨¢s un cabrito para que se lo comiera.
13 Cuando regres¨® a casa, el cabrito se puso a balar; entonces llam¨¦ a mi mujer y le pregunt¨¦: «¿De d¨®nde sali¨® ese cabrito? ¿No ha sido tal vez robado?»
14 Ella me respondi¨®: «Es un regalo que me han hecho fuera de mi paga». No quise creerle y le dije que se lo devolviera a sus dueños, porque me avergonzaba de ella. Entonces me respondi¨®: «¿D¨®nde est¨¢n ahora tus limosnas y tus buenas obras? ¡Todos saben lo que has ganado con eso!»