Las cinco visiones
1 Esto fue lo que me mostr¨® el Señor Yav¨¦: Cuando estaba brotando de nuevo el pasto, despu¨¦s del corte para el rey, ¨¦l estaba fabricando langostas.
2 Al ver c¨®mo pelaban los campos, intervine y dije: «Por favor, Señor Yav¨¦, perdona. Pues, ¿qu¨¦ ser¨¢ de Jacob, que es tan pequeño?»
3 Yav¨¦ se arrepinti¨® y me dijo: «Esto no va a pasar.»
4 En seguida, el Señor me mostr¨® otra cosa: El Señor llamaba al fuego para que secara los manantiales y marchitara los campos.
5 Entonces exclam¨¦: «Por favor, detente, Señor Yav¨¦. Pues, ¿c¨®mo se salvar¨¢ Jacob, que es tan pequeño?»
6 Yav¨¦ se arrepinti¨®, manifestando que no pasar¨ªa nada.
7 Por tercera vez, el Señor me mostr¨® otro espect¨¢culo: Un hombre estaba de pie al lado de un muro con un nivel de plomo en la mano.
8 Y como Yav¨¦ me preguntara qu¨¦ ve¨ªa yo, le respond¨ª que un nivel de plomo. Entonces el Señor prosigui¨®: «Voy a ver si est¨¢ desplomado o no Israel, pues ya no lo apuntalar¨¦ m¨¢s;
9 los altos lugares sagrados de Isaac ser¨¢n demolidos; los santuarios de Israel, destruidos, y yo me lanzar¨¦, espada en mano, contra la familia de Jeroboam.»
Conflicto con el sacerdote Amas¨ªas
10 Entonces Amas¨ªas, sacerdote de Betel, le mand¨® este recado a Jeroboam, rey de Israel: «Am¨®s est¨¢ conspirando contra ti en pleno centro de Israel. No hay que permitirle que siga hablando,
11 pues dice que a ti te matar¨¢n a espada y que Israel ser¨¢ llevado al destierro, lejos de su patria.»
12 Luego, Amas¨ªas fue a decirle a Am¨®s: «Sal de aqu¨ª, visionario; vete a Jud¨¢, g¨¢nate all¨¢ la vida d¨¢ndotelas de profeta,
13 pero no profetices m¨¢s aqu¨ª en Betel, que es un santuario real, un templo nacional.»
14 Am¨®s le replic¨®: «Yo no soy profeta ni uno de los hermanos profetas; soy cuidador de rebaños y trato los sic¨®moros.
15 Yav¨¦ es quien me sac¨® de detr¨¢s de las ovejas y me dijo: «Ve y habla de parte m¨ªa a Israel, mi pueblo».
16 Pues bien, escucha, t¨² que dices: ¡Basta de profec¨ªas contra Israel; deja de insultar a la raza de Isaac!
17 Escucha esta palabra de Yav¨¦:
17 «Un d¨ªa, tu esposa se prostituir¨¢ en plena calle, tus hijos e hijas morir¨¢n en la guerra. Los vencedores se repartir¨¢n tus bienes, t¨² mismo morir¨¢s en tierra extranjera e Israel ser¨¢ llevado lejos de su pa¨ªs.»
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Comentarios Am¨®s, cap¨ªtulo 7
7,1
Los profetas nunca se conforman con amenazar a su pueblo. Siempre est¨¢n intercediendo por ¨¦l ante Dios (ver Ez 33 y 22,30). En las dos primeras visiones, Am¨®s intenta detener el enojo de Yav¨¦. En la tercera, tropieza con la decisi¨®n firme de Dios de destruir a Israel.
7,10
Fij¨¦monos en lo atrevida que fue esta actuaci¨®n de Am¨®s. Fue a predicar en el Templo nacional o, para decirlo as¨ª, en la catedral del pa¨ªs. Lo hace sin t¨ªtulo ni permiso del sacerdote, y empieza a denunciar el falso orden que permite el desarrollo de tantas riquezas privadas. Era normal que Amas¨ªas, capell¨¢n del rey, se escandalizara; en nuestros tiempos, Am¨®s habr¨ªa sido detenido y apaleado.
Para Amas¨ªas, su sacerdocio es un oficio bien remunerado y est¨¢ convencido de que tambi¨¦n Am¨®s predica como un medio de ganarse la vida, pues en aquel tiempo numerosos profetas viv¨ªan atendiendo consultas sin haber sido llamados como lo fueron los grandes profetas, entre ellos el mismo Am¨®s.
Am¨®s no es profeta como lo eran aqu¨¦llos. El es un seglar, un laico al que Dios encarg¨® una misi¨®n al llamarlo personalmente. Aparentemente sale perdiendo del encuentro con las autoridades religiosas, pues no nos dicen que haya usado otras armas que la palabra de Dios, el cual sabe juzgar a sus representantes. No sabemos si Amas¨ªas logr¨® echarlo del pa¨ªs, o si solamente le prohibi¨® predicar en los lugares m¨¢s concurridos.