La gloria de Yav¨¦ amaneci¨® sobre ti
1 Lev¨¢ntate y brilla, que ha llegado tu luz y la Gloria de Yav¨¦ amaneci¨® sobre ti.
2 Mientras las tinieblas cubr¨ªan la tierra
2 y los pueblos estaban en la noche,
2 sobre ti se levant¨® Yav¨¦,
2 y sobre ti apareci¨® su Gloria.
3 Los pueblos se dirigen hacia tu luz
3 y los reyes, al resplandor de tu aurora.
4 Levanta los ojos a tu alrededor y contempla:
4 todos se re¨²nen y vienen a ti;
4 tus hijos llegan de lejos y tus hijas son tra¨ªdas en brazos.
5 T¨² entonces, al verlo, te pondr¨¢s radiante,
5 palpitar¨¢ tu coraz¨®n muy emocionado;
5 traer¨¢n a ti tesoros del otro lado del mar
5 y llegar¨¢n a ti las riquezas de las naciones.
6 Te inundar¨¢ una multitud de camellos:
6 llegar¨¢n los de Madi¨¢n y Ef¨¢.
6 Los de Sab¨¢ vendr¨¢n todos
6 trayendo oro e incienso,
6 y proclamando las alabanzas de Yav¨¦.
7 Todos los rebaños de Cedar se reunir¨¢n junto a ti,
7 y los carneros de Nebayot ser¨¢n tuyos
7 para ser ofrecidos en mi altar,
7 pues quiero dar esplendor al templo de mi Gloria.
8 Oh, ¿qui¨¦nes son ¨¦sos,
8 una nube de palomas que vuelan a su palomar?
9 ¡Pero si las islas ahora creen en m¨ª!
9 mira c¨®mo los barcos de Tarsis acuden,
9 trayendo de lejos a tus hijos, con su plata y su oro,
9 a causa del Nombre de Yav¨¦, tu Dios,
9 del Santo de Israel que te ha glorificado.
10 Los extranjeros reedificar¨¢n tus muros
10 y sus reyes te pagar¨¢n los gastos.
10 Pues si bien cuando estuve enojado te pegu¨¦,
10 llevado por mi buen coraz¨®n, me compadec¨ª de ti.
11 Tus puertas estar¨¢n siempre abiertas, no se cerrar¨¢n ni de d¨ªa ni de noche, para recibir las riquezas de las naciones que te traer¨¢n sus mismos reyes.
12 El pa¨ªs o el reino que no quiera obedecerte, perecer¨¢, y las naciones ser¨¢n destruidas totalmente.
13 A ti llegar¨¢ lo mejor del L¨ªbano, con el cipr¨¦s, el olmo y el alerce, para adornar mi Lugar Santo y honrar la Casa donde yo resido.
14 Vendr¨¢n a verte y se inclinar¨¢n ante ti los hijos de los que te humillaban, y se echar¨¢n a tus pies los que te despreciaban. Te llamar¨¢n: «Ciudad de Yav¨¦», «Si¨®n del Santo de Israel».
15 Ya que t¨² fuiste la abandonada, la odiada y desamparada, en adelante yo har¨¦ que te sientas orgullosa, y te dar¨¦ alegr¨ªa para siempre.
16 Te alimentar¨¢s con la leche de las naciones y ser¨¢s amamantada con la riqueza de los reyes. Y conocer¨¢s, entonces, que yo, Yav¨¦, soy tu Redentor, y que el Campe¨®n de Jacob es tu Salvador.
17 En vez de bronce, traer¨¦ oro; en vez de hierro, plata; en vez de madera, bronce, y en vez de piedra, hierro. Como gobernantes te pondr¨¦ la paz, y en vez de opresi¨®n, la justicia.
18 Ya no se hablar¨¢ de violencia en tu pa¨ªs ni de saqueo o calamidades dentro de tus fronteras. A tus murallas les pondr¨¢s por nombre «Salvaci¨®n», y a tus puertas, «Alabanza».
19 Ya no tendr¨¢s necesidad del sol para que alumbre tu d¨ªa, ni de la luna para la noche. Porque Yav¨¦ ser¨¢ tu luz eterna, y tu Dios, tu esplendor.
20 Tu sol no se pondr¨¢ jam¨¢s, y tu luna no desaparecer¨¢ m¨¢s, porque Yav¨¦ ser¨¢ tu luz perpetua y se habr¨¢n acabado tus d¨ªas de luto.
21 No habr¨¢ sino buenos en tu pueblo y siempre poseer¨¢n mi tierra. Ser¨¢n el brote nuevo que Yav¨¦ hizo crecer y la obra que mis manos hicieron en honor m¨ªo.
22 El m¨¢s chico de tus habitantes se multiplicar¨¢ en mil y el m¨¢s insignificante se convertir¨¢ en una gran naci¨®n. Yo, Yav¨¦, lo har¨¦ en un momento, cuando sea la hora.
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Comentarios Isa¨ªas, cap¨ªtulo 60
60,1
El profeta mira a la Jerusal¨¦n humilde que apenas renace de sus ruinas. Esta, de repente, se transfigura con la luz de la futura Jerusal¨¦n, llena de las riquezas de Yav¨¦, que ser¨¢ su propia esposa. All¨ª se realizar¨¢n todas las aspiraciones de una humanidad purificada y reunida a la luz de Dios (ver Ap 21). All¨ª, la humanidad tendr¨¢ plenamente lo que anhelaba.
«Jerusal¨¦n, levanta la cabeza. Contempla el inmenso gent¨ªo de los que construyen y de los que buscan. En los laboratorios y en los estudios, en los desiertos y en las f¨¢bricas, en el enorme crisol social.
¿Ves todos esos hombres que se afanan? Pues bien, todo lo que en ellos bulle, de arte, de ciencia y de pensamiento, todo esto es para ti. ¡Vamos, abre tus brazos y tu coraz¨®n y acoge como a tu Señor Jes¨²s la oleada, la inundaci¨®n de la savia humana! Recibe esa savia porque, sin su bautismo, te marchitar¨¢s sin anhelos, como una flor sin agua; y s¨¢lvala, porque sin tu sol se desparramar¨¢ localmente en ramas est¨¦riles» (Teilhard de Chardin).