El juicio de Babilonia
1 Entonces vino uno de los siete ¨¢ngeles de las siete copas y me dijo: «Ven, que te voy a mostrar el juicio de la famosa prostituta que se sienta al borde de las grandes aguas;
2 con ella pecaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se emborracharon con el vino de su idolatr¨ªa.»
3 El ¨¢ngel me llev¨® en esp¨ªritu al desierto: era una nueva visi¨®n. Hab¨ªa all¨ª una mujer sentada sobre una bestia de color rojo, que ten¨ªa siete cabezas y diez cuernos. Esta bestia estaba cubierta de t¨ªtulos y frases que ofend¨ªan a Dios.
4 La mujer vest¨ªa ropas de p¨²rpura y escarlata, y resplandec¨ªa de oro, piedras preciosas y perlas. Ten¨ªa en la mano una copa de oro llena de cosas repugnantes, que eran las impurezas y la lujuria de la tierra entera.
5 En su frente se pod¨ªa leer su nombre, escrito en forma cifrada: Babilonia la Grande, la madre de las prostitutas y de los abominables ¨ªdolos del mundo entero.
6 Y observ¨¦ que la mujer se hab¨ªa embriagado con la sangre de los santos y de los m¨¢rtires de Jes¨²s.
6 Esta visi¨®n me dej¨® muy sorprendido,
7 pero el ¨¢ngel me dijo: «¿Por qu¨¦ te maravillas? Voy a explicarte el misterio de esta mujer y de la bestia que la lleva, la de las siete cabezas y los diez cuernos.
8 La bestia que has visto era, pero ya no es. Sube del abismo, pero camina hacia su perdici¨®n. Los habitantes de la tierra, cuyo nombre no fue escrito en el libro de la vida desde la creaci¨®n del mundo, se asombrar¨¢n al descubrir que la bestia era, pero ya no es y pasa pronto.
9 A ver si ustedes lo adivinan. Las siete cabezas son siete colinas sobre las que la mujer est¨¢ asentada.
10 Y son tambi¨¦n siete reyes, de los cuales cinco han ca¨ªdo ya, uno est¨¢ en el poder y el otro no ha llegado a¨²n, y cuando llegue, habr¨¢ de durar poco tiempo.
11 La bestia que era y ya no es, hace el octavo, pero es uno de los siete, y camina hacia su destrucci¨®n.
12 Los diez cuernos son diez reyes que todav¨ªa no han recibido el reino, pero tendr¨¢n poder por una hora junto a la bestia.
13 Persiguen todos una sola meta, y pondr¨¢n su autoridad y sus fuerzas al servicio de la bestia.
14 Har¨¢n la guerra al Cordero, pero el Cordero los vencer¨¢, porque es Señor de señores y Rey de reyes, y con ¨¦l vencer¨¢n los suyos, los llamados y elegidos y que se mantienen fieles.»
15 El ¨¢ngel prosigui¨®: «Las aguas que has visto, a cuyo borde est¨¢ sentada la prostituta, representan pueblos, multitudes y naciones de todos los idiomas.
16 Los diez cuernos y la misma bestia planear¨¢n maldades contra la prostituta, la arruinar¨¢n y la dejar¨¢n desnuda, comer¨¢n sus carnes y la consumir¨¢n por el fuego.
17 Porque Dios se vale de ellos para ejecutar su plan, y les ha inspirado la misma intenci¨®n de poner sus fuerzas al servicio de la bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios.
18 Esa mujer que has visto es la Gran Ciudad, la que reina sobre los reyes del mundo entero.»
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Comentarios Apocalipsis, cap¨ªtulo 17
17,1
Voy a mostrarte el juicio. Dios revela lo que vale realmente la ciudad perseguidora, pr¨®spera y poderosa.
Para todos los que viv¨ªan en el imperio, Roma era la personificaci¨®n del imperio y de su cultura. Al llegar a la capital quedaban deslumbrados por sus edificios, sus teatros, sus luces, la animaci¨®n de su poblaci¨®n incontable. Y no les costaba venerar a Roma como a una divinidad.
La duraci¨®n del imperio, que le acarrea la reputaci¨®n de invencible y divino, es puro engaño: era, no es y pasa pronto (8), a diferencia de Dios, que Es y ha de venir. Juan figura a Roma como una mujer endemoniada. La p¨²rpura, color de los emperadores, y el oro, signo de su riqueza, tapan su impureza y su crueldad. Es al mismo tiempo la que lleva a los hombres a servir a divinidades falsas y la que asesina a los m¨¢rtires.
Juan habla del futuro cercano de Roma, usando s¨ªmbolos, algunos de los cuales se interpretan sin esfuerzo. Las siete colinas designan sin ninguna duda a Roma. Los siete reyes son una cifra simb¨®lica de emperadores.
Los diez cuernos son los reyes de los pueblos b¨¢rbaros aliados de Roma. Estos sat¨¦lites ser¨¢n los instrumentos de Dios para destruirla. Sin embargo seguir¨¢n como fuerzas hostiles a la Iglesia.
Los vencer¨¢ y con ¨¦l vencer¨¢n los suyos (14). El triunfo de Cristo lo comparten con ¨¦l sus testigos (Lc 22,28).