Primera Carta de Juan Cap¨ªtulo 1
1 Aqu¨ª tienen lo que era desde el principio, lo que hemos o¨ªdo, lo que hemos visto con nuestros ojos y palpado con nuestras manos ¡ªme refiero a la Palabra que es vida.
2 Porque la vida se dio a conocer, hemos visto la Vida eterna, hablamos de ella y se la anunciamos, aquella que estaba con el Padre y que se nos dio a conocer.
3 Lo que hemos visto y o¨ªdo se lo anunciamos tambi¨¦n a ustedes para que est¨¦n en comuni¨®n con nosotros, pues nosotros estamos en comuni¨®n con el Padre y con su Hijo, Jesucristo.
4 Y les escribimos esto para que nuestra alegr¨ªa sea completa.
Caminar en la luz
5 Este es el mensaje que hemos recibido de ¨¦l y que les anunciamos a ustedes: que Dios es luz y que en ¨¦l no hay tinieblas.
6 Si decimos que estamos en comuni¨®n con ¨¦l mientras caminamos en tinieblas, somos unos mentirosos y no actuamos en la verdad.
7 En cambio, si caminamos en la luz, lo mismo que ¨¦l est¨¢ en la luz, estamos en comuni¨®n unos con otros, y la sangre de Jes¨²s, el Hijo de Dios, nos purifica de todo pe cado.
8 Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos, y la verdad no est¨¢ en nosotros.
9 Pero si confesamos nuestros pecados, ¨¦l, que es fiel y justo, nos perdonar¨¢ nuestros pecados y nos limpiar¨¢ de toda maldad.
10 Si dij¨¦ramos que no hemos pecado, ser¨ªa como decir que ¨¦l miente, y su palabra no estar¨ªa en nosotros.

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Comentarios Primera Carta de Juan, cap¨ªtulo 1
1,1

Juan no narrar¨¢ milagros, ni revelaciones, ni secretos celosamente guardados por algunos iniciados. La verdad que cuenta es a la vez m¨¢s sencilla y divina que todo eso: Dios, vida eterna, ha venido a convivir con los hombres.

La Palabra: ver Jn 1,1.

En el tiempo de Cristo y de los ap¨®stoles, el mundo romano estaba agitado por profundas inquietudes religiosas; y de Asia, la provincia donde viv¨ªa Juan, sal¨ªan numerosas religiones y doctrinas que procuraban satisfacer la sed de verdad y de amor de los hombres. Juan opone a todas esas teor¨ªas la certeza del testigo: nosotros hemos tocado y visto.

La vida se revela como un don del Padre, como un renacer del hombre que ya no sab¨ªa esperar, como una sonrisa divina, la visita inesperada del que viene a compartir la vida de los hombres. La Vida no se encuentra en los libros, sino que aquellos que la han encontrado y tienen experiencia de ella antes que nosotros pueden despertarnos.
1,5

Andar en la luz: esto es la vida del cristiano.

M¨¢s all¨¢ de las diferentes verdades que descubren los hombres, hay una luz (o una evidencia, o una presencia), que es la verdad total. Esta no se divide: uno est¨¢ o no est¨¢ en la luz. Esta no nos proporciona directamente conocimientos, sino que la persona misma act¨²a, vive, anda en la luz. Quien entra a la fe descubre esta luz que lo libera de muchas trabas:

¡ª La visi¨®n parcial del que se entusiasma por una causa e ignora otros combates que no importan menos; la del que cuida un sector de su vida pero deja los otros en el desorden.

¡ª La inquietud del que no tiene norte y acalla sus propias dudas lanz¨¢ndose a una actuaci¨®n desenfrenada.

¡ª Los sectarismos que impiden ser «hermano universal».

La fe nos abre poco a poco a una visi¨®n global del hombre.

Primer criterio para saber si andamos en la luz: ¿nos apartamos del pecado? Aqu¨ª Juan quiere rebatir a algunos que dec¨ªan: «Si por ser cristianos estamos ahora unidos a Dios, ya no importan los pecados que puede cometer el cuerpo». Juan afirma que, si uno se decide por Dios, no puede seguir entreg¨¢ndose al pecado. Es cierto que nadie est¨¢ sin pecado y todos necesitamos de la salvaci¨®n de Cristo; pero el mismo perd¨®n nos obliga m¨¢s a alejarnos del pecado.

Juan nos invita a confesar a Dios nuestros pecados, es decir, a reconocerlos humildemente ante ¨¦l, confiados en su bondad. Si no hubiera esta actitud, el sacramento de la «confesi¨®n» no tendr¨ªa valor. Pero, al rev¨¦s, confesar nuestras culpas en el sacramento de la penitencia ayuda fuertemente a tener el coraz¨®n abierto ante Dios.