Hechos de los Ap¨®stoles Cap¨ªtulo 1
Lucas presenta su libro
1 En mi primer libro, querido Te¨®filo, habl¨¦ de todo lo que Jes¨²s comenz¨® a hacer y enseñar.
2 Al final del libro, Jes¨²s daba instrucciones mediante el Esp¨ªritu a los ap¨®stoles que hab¨ªa elegido y era llevado al cielo.
La Ascensi¨®n de Jes¨²s
3 De hecho, se present¨® a ellos despu¨¦s de su pasi¨®n y les dio numerosas pruebas de que viv¨ªa. Durante cuarenta d¨ªas se dej¨® ver por ellos y les habl¨® del Reino de Dios.
4 En una ocasi¨®n en que estaba reunido con ellos les dijo que no se alejaran de Jerusal¨¦n y que esperaran lo que el Padre hab¨ªa prometido. «Ya les habl¨¦ al respecto, les dijo:
5 Juan bautiz¨® con agua, pero ustedes ser¨¢n bautizados en el Esp¨ªritu Santo dentro de pocos d¨ªas.»
6 Los que estaban presentes le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel?»
7 Les respondi¨®: «No les corresponde a ustedes conocer los tiempos y las etapas que solamente el Padre ten¨ªa autoridad para decidir.
8 Pero recibir¨¢n la fuerza del Esp¨ªritu Santo cuando venga sobre ustedes, y ser¨¢n mis testigos en Jerusal¨¦n, en toda Judea, en Samar¨ªa y hasta los extremos de la tierra.»
9 Dicho esto, Jes¨²s fue arrebatado ante sus ojos y una nube lo ocult¨® de su vista.
10 Ellos segu¨ªan mirando fijamente al cielo mientras se alejaba. Pero de repente vieron a su lado a dos hombres vestidos de blanco,
11 que les dijeron: «Amigos galileos, ¿qu¨¦ hacen ah¨ª mirando al cielo? Este Jes¨²s que les ha sido quitado volver¨¢ de la misma manera que ustedes lo han visto ir al cielo.»
Los disc¨ªpulos esperan al Esp¨ªritu Santo
12 Entonces volvieron a Jerusal¨¦n desde el monte llamado de los Olivos, que dista de la ciudad como media hora de camino.
13 Entraron en la ciudad y subieron a la habitaci¨®n superior de la casa donde se alojaban. All¨ª estaban Pedro, Juan, Santiago y Andr¨¦s, Felipe y Tom¨¢s, Bartolom¨¦ y Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Sim¨®n el Zelotes, y Judas, hijo de Santiago.
14 Todos ellos perseveraban juntos en la oraci¨®n en compañ¨ªa de algunas mujeres, de Mar¨ªa, la madre de Jes¨²s, y de sus hermanos.
Elecci¨®n de Mat¨ªas
15 Uno de aquellos d¨ªas, Pedro tom¨® la palabra en medio de los disc¨ªpulos ¡ªhab¨ªa all¨ª como ciento veinte personas¡ª, y les dijo:
16 «Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura, pues el Esp¨ªritu Santo hab¨ªa anunciado por boca de David lo que hizo Judas; este hombre, que gui¨® a los que prendieron a Jes¨²s,
17 era uno de nuestro grupo y hab¨ªa sido llamado a compartir nuestro ministerio com¨²n.
18 ¡ªSabemos que con el salario de su maldad se compr¨® un campo, se tir¨® de cabeza, su cuerpo se revent¨® y se desparramaron sus entrañas.
19 Este hecho fue conocido por todos los habitantes de Jerusal¨¦n, que llamaron a aquel campo, en su lengua, Hakeldam¨¢, que significa: Campo de Sangre¡ª.
20 Esto estaba escrito en el libro de los Salmos: Que su morada quede desierta y que nadie habite en ella. Y tambi¨¦n est¨¢ escrito: Que otro ocupe su cargo.
21 Tenemos, pues, que escoger a un hombre de entre los que anduvieron con nosotros durante todo el tiempo en que el Señor Jes¨²s actu¨® en medio de nosotros,
22 desde el bautismo de Juan hasta el d¨ªa en que fue llevado de nuestro lado. Uno de ellos deber¨¢ ser, junto con nosotros, testigo de su resurrecci¨®n.»
23 Presentaron a dos: a Jos¨¦, llamado Barsab¨¢s, por sobrenombre Justo, y a Mat¨ªas.
24 Entonces oraron as¨ª: «T¨², Señor, conoces el coraz¨®n de todos. M¨²estranos a cu¨¢l de los dos has elegido
25 para ocupar este cargo y recibir este ministerio y apostolado del que Judas se retir¨® para ir al lugar que le correspond¨ªa.»
26 Echaron a suertes entre ellos y le toc¨® a Mat¨ªas, que fue agregado a los once ap¨®stoles.

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Comentarios Hechos de los Ap¨®stoles, cap¨ªtulo 1
1,1

Conviene comparar este comienzo con el inicio del Evangelio de Lucas. Los Hechos son la segunda parte de una obra que comprend¨ªa dos vol¨²menes, de los cuales el primero era el Evangelio de Lucas. Mientras en el Evangelio se promet¨ªa el don del Esp¨ªritu, aqu¨ª vemos al Esp¨ªritu guiando la evangelizaci¨®n.

A lo largo del libro de los Hechos, los Ap¨®stoles afirman que son ¡°testigos de la resurrecci¨®n de Jes¨²s¡± (2,32; 3,15; 5,32; 10,41; 13,31). Este testimonio no se apoya en vagos sentimientos o visiones dudosas, sino en las ¡°pruebas¡± que Jes¨²s dio a sus ap¨®stoles despu¨¦s de su resurrecci¨®n y cuyo eco son los Evangelios.

La Iglesia se llama apost¨®lica porque la fe, nuestra fe, se basa en el testimonio de los ap¨®stoles; creemos lo que ellos creyeron. Lo que no estaba entonces contenido de alguna manera en la visi¨®n de fe que los animaba no ser¨¢ jam¨¢s objeto de la fe. Algunas personas enseñan que los ap¨®stoles no cre¨ªan en la divinidad de Cristo; tal vez no se han dado cuenta de que as¨ª est¨¢n renegando de la fe del Credo.
1,2

Lucas acaba de nombrar al Esp¨ªritu Santo. Si bien Jes¨²s dej¨® a sus ap¨®stoles la responsabilidad de establecer las primeras instituciones, no por eso la Iglesia es obra suya. Todo lo que se va a edificar y que perdurar¨¢ ser¨¢ inspirado por el Esp¨ªritu. El Esp¨ªritu llenar¨¢ de su fuerza a los ap¨®stoles para que sean en medio del mundo los testigos del resucitado.

Cuarenta d¨ªas. Inspirada en las 40 semanas que el niño pasa en el seno materno, la cifra simb¨®lica de 40 sugiere a la vez el tiempo de la prueba y de la maduraci¨®n, y tambi¨¦n es el tiempo de la espera de un nuevo nacimiento. Como Jes¨²s en el desierto, durante cuarenta d¨ªas los ap¨®stoles se preparan para su misi¨®n de testigos (v¨¦ase la nota de Mt 28,10).
1,6

No habr¨ªa que caricaturizar esa esperanza de los ap¨®stoles. Para muchos jud¨ªos de entonces, restablecer el reino no ten¨ªa en primer lugar un sentido pol¨ªtico; se recordaba el sueño de los jud¨ªos que, cuatro siglos antes, hab¨ªan regresado del exilio listos para reconstruir un pa¨ªs santo y nuevo, un sueño que se hab¨ªa realizado s¨®lo muy pobremente. Se esperaba un retorno m¨¢s verdadero a¨²n en que los jud¨ªos del mundo entero volver¨ªan a su tierra y Dios manifestar¨ªa su presencia en medio de su pueblo renovado.

Jes¨²s no responde, porque los ap¨®stoles no pueden comprender que est¨¢n al comienzo de una larga historia (Mt 28,20 y Lc 21,24) que dejar¨¢ atr¨¢s a los dioses de m¨¢rmol, las caminatas a pie, la l¨¢mpara de aceite y el hierro forjado.

Es in¨²til esperar un r¨¢pido regreso de Cristo Jes¨²s, aunque conste que lo haya esperado la primera generaci¨®n de cristianos en muchas comunidades del mundo griego. V¨¦anse al respecto las cartas a los Tesalonicenses y la nota de 2Cor 5,3.
1,8

Lucas expone el plano geogr¨¢fico del libro de los Hechos, pero al mismo tiempo muestra c¨®mo toda la din¨¢mica del Antiguo Testamento se transforma con la muerte y la resurrecci¨®n de Jes¨²s. A partir de No¨¦ y sus hijos, la mirada de Dios parec¨ªa concentrarse m¨¢s y m¨¢s en la raza de Abraham y los hijos de Israel, luego en la tribu de Jud¨¢ y los hijos de David, hasta que el templo de Jerusal¨¦n se convierta en el ombligo del mundo. Ahora el Evangelio se va a extender desde Jerusal¨¦n hacia Judea y Samaria, y desde la Tierra Prometida a los confines de la tierra.

Cada uno de los Evangelios termina, a su manera, en el env¨ªo de los disc¨ªpulos a misionar; de igual modo, desde las primeras p¨¢ginas de los Hechos, Jes¨²s recuerda a su Iglesia las exigencias de la misi¨®n. Por eso, cuando una comunidad en la Iglesia deja de ser misionera, deja de ser la Iglesia de Jesucristo.
1,9

Fue levantado ante sus ojos. La resurrecci¨®n de Jes¨²s es algo absolutamente distinto de un retorno a la vida: ¨¦l, que hab¨ªa salido del seno de Dios, retornaba a la unidad divina. La palabra ¡°resurrecci¨®n¡± no era suficiente para entender lo que ni tan siquiera logramos imaginar y se esclareci¨® esta ¨²ltima manifestaci¨®n viendo a Jes¨²s subir hacia el mundo de Dios.

Al subir al Cielo en su ¨²ltima aparici¨®n, Jes¨²s les revel¨® el sentido de su propia historia: hab¨ªa venido del Padre y retornaba al Padre. Pero no vuelve solo sino que lleva consigo a todo ¡°un pueblo de cautivos¡± (Ef 4,8) que ha arrancado del poder de las tinieblas para hacerlo entrar en su reino de luz (Col 1,13). Se va para prepararnos un lugar, a fin de que donde ¨¦l est¨¢, estemos tambi¨¦n nosotros (J 14,2-3).

Jes¨²s desaparece y eso era necesario (Jn 16,7). Sean cuales fueren las cualidades del que ha dedicado su vida a reunir disc¨ªpulos, ¨¦stos nunca ser¨¢n libres si aqu¨¦l se queda: los disc¨ªpulos deber¨¢n hacerse cargo tanto de la Iglesia y del apostolado como de ellos mismos.
1,12

La primera comunidad no se limitaba a los ap¨®stoles, pues tambi¨¦n las mujeres que segu¨ªan a Jes¨²s ocuparon un lugar destacado durante la pasi¨®n y las manifestaciones de Jes¨²s resucitado (Lc 23,55). Mar¨ªa jug¨® un papel decisivo durante esos d¨ªas en que los ap¨®stoles y la comunidad trataron de repensar todo lo que hab¨ªan visto y aprendido de Jes¨²s, ya que s¨®lo ella pod¨ªa hablarles de la Anunciaci¨®n y de muchas otras cosas de la vida privada de Jes¨²s, ayud¨¢ndoles as¨ª a entrar en el misterio de su personalidad divina. Como ya hizo Juan al recordar las palabras de Jes¨²s en la cruz (Jn 19,26), Lucas tambi¨¦n revela aqu¨ª la maternidad espiritual de Mar¨ªa.

Y a pesar de que Mar¨ªa ocupe el primer lugar en la casa de Juan, ahora se retira y no es m¨¢s que una presencia orante.
1,15

Se pasa de una comunidad reducida, a un grupo m¨¢s grande: ciento veinte per so nas. Era la cifra requerida seg¨²n la tradici¨®n para fundar una nueva instituci¨®n. Ya no cab¨ªan en una casa, y la reuni¨®n debi¨® efectuarse en alg¨²n jard¨ªn del monte de los Olivos.

Hab¨ªa muchas otras cosas de que hablar antes que del reemplazo de Judas, sin embargo Lucas le da prioridad porque los ¡°Doce¡± reproduc¨ªan la estructura tradicional de las doce tribus del Pueblo de Dios. As¨ª lo hab¨ªa querido Jes¨²s, y era necesario mantener este signo de la unidad en la diversidad.
1,18

Los vers¨ªculos 18-19 son un inciso de Lucas. Contradice de hecho la versi¨®n de Mt 27,3-10.
1,22

N¨®tense estos l¨ªmites: el ministerio de Juan Bautista y la Ascensi¨®n. Estos ser¨¢n el punto de partida y el t¨¦rmino de la predicaci¨®n evang¨¦lica (He 13,14-31) y el Evangelio de Marcos respet¨® estos l¨ªmites.
1,26

La elecci¨®n se deja a Dios, ya que nadie duda de que est¨¢ presente y obrando mientras la Iglesia asienta sus bases.