Evangelio seg¨²n Mateo (Mt) Cap¨ªtulo 18
CUARTA ETAPA (18,1¡ª23,35) LA LEY NUEVA DE LA IGLESIA
¨C LA LEY FUNDAMENTAL DE LA COMUNIDAD DE LOS DISCÍPULOS: EL RESPETO A LOS PEQUEÑOS, LA BÚSQUEDA DE LOS DESCARRIADOS, EL PERDÓN ENTRE HERMANOS.
¨C JESÚS PARTE HACIA JUDEA PARA ENFRENTAR A LAS AUTORIDADES DEL JUDAÍSMO. LAS CONDICIONES PARA ENTRAR AL REINO.
¨C MIENTRAS QUE LOS DOCE SON DESIGNADOS COMO JUECES DE LAS DOCE TRIBUS DE ISRAEL (19,28), SE DICE A LOS SACERDOTES Y A LOS FARISEOS: SE LES QUITARÁ EL REINO.
¨C DENUNCIA EL PECADO DE LOS JEFES DE LA INSTITUCIÓN RELIGIOSA. JESÚS ANUNCIA QUE JERUSALÉN SERÁ ABANDONADA POR DIOS (JER 12,7).
¿Qui¨¦n es el m¨¢s grande? Los esc¨¢ndalos
1 En aquel momento los disc¨ªpulos se acercaron a Jes¨²s y le preguntaron: «¿Qui¨¦n es el m¨¢s grande en el Reino de los Cielos?»
2 Jes¨²s llam¨® a un niñito, lo coloc¨® en medio de los disc¨ªpulos
3 y declar¨®: «En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrar¨¢n en el Reino de los Cielos.
4 El que se haga pequeño como este niño, ¨¦se ser¨¢ el m¨¢s grande en el Reino de los Cielos.
5 Y el que recibe en mi nombre a un niño como ¨¦ste, a m¨ª me recibe.
6 Al que haga caer a uno de estos pequeños que creen en m¨ª, mejor le ser¨ªa que le amarraran al cuello una gran piedra de moler y que lo hundieran en lo m¨¢s profundo del mar.
7 ¡Ay del mundo a causa de los esc¨¢ndalos! Tiene que haber esc¨¢ndalos, pero, ¡ay del que causa el esc¨¢ndalo!
8 Si tu mano o tu pie te est¨¢ haciendo caer, c¨®rtatelo y t¨ªralo lejos. Pues es mejor para ti entrar en la vida sin una mano o sin un pie que ser echado al fuego eterno con las dos manos y los dos pies.
9 Y si tu ojo te est¨¢ haciendo caer, arr¨¢ncalo y t¨ªralo lejos. Pues es mejor para ti entrar tuerto en la vida que ser arrojado con los dos ojos al fuego del infierno.
10 Cu¨ªdense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ¨¢ngeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo. (
11 )
12 ¿Qu¨¦ pasar¨¢, seg¨²n ustedes, si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se extrav¨ªa? ¿No dejar¨¢ las noventa y nueve en los cerros para ir a buscar la extraviada?
13 Y si logra encontrarla, yo les digo que ¨¦sta le dar¨¢ m¨¢s alegr¨ªa que las noventa y nueve que no se extraviaron.
14 Pasa lo mismo donde el Padre de ustedes, el Padre del Cielo: all¨¢ no quieren que se pierda ni tan s¨®lo uno de estos pequeñitos.
C¨®mo conviven los hermanos en la fe
15 Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con ¨¦l a solas para reproch¨¢rselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano.
16 Si no te escucha, toma contigo una o dos personas m¨¢s, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos.
17 Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea. Si tampoco escucha a la iglesia, consid¨¦ralo como un pagano o un publicano.
18 Yo les digo: «Todo lo que aten en la tierra, lo mantendr¨¢ atado el Cielo, y todo lo que desaten en la tierra, lo mantendr¨¢ desatado el Cielo.
19 Asimismo yo les digo: si en la tierra dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir alguna cosa, mi Padre Celestial se lo conceder¨¢.
20 Pues donde est¨¢n dos o tres reunidos en mi Nombre, all¨ª estoy yo, en medio de ellos.»
21 Entonces Pedro se acerc¨® con esta pregunta: «Señor, ¿cu¨¢ntas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?»
22 Jes¨²s le contest¨®: «No te digo siete, sino setenta y siete veces.»
El que no perdon¨® a su compañero
23 «Aprendan algo sobre el Reino de los Cielos. Un rey hab¨ªa decidido arreglar cuentas con sus empleados,
24 y para empezar, le trajeron a uno que le deb¨ªa diez mil monedas de oro.
25 Como el hombre no ten¨ªa con qu¨¦ pagar, el rey orden¨® que fuera vendido como esclavo, junto con su mujer, sus hijos y todo cuanto pose¨ªa, para as¨ª recobrar algo.
26 El empleado, pues, se arroj¨® a los pies del rey, suplic¨¢ndole: «Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagar¨¦ todo.»
27 El rey se compadeci¨® y lo dej¨® libre; m¨¢s todav¨ªa, le perdon¨® la deuda.
28 Pero apenas sali¨® el empleado de la presencia del rey, se encontr¨® con uno de sus compañeros que le deb¨ªa cien monedas. Lo agarr¨® del cuello y casi lo ahogaba, grit¨¢ndole: «P¨¢game lo que me debes.»
29 El compañero se ech¨® a sus pies y le rogaba: «Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagar¨¦ todo.»
30 Pero el otro no acept¨®, sino que lo mand¨® a la c¨¢rcel hasta que le pagara toda la deuda.
31 Los compañeros, testigos de esta escena, quedaron muy molestos y fueron a cont¨¢rselo todo a su señor.
32 Entonces el señor lo hizo llamar y le dijo: «Siervo miserable, yo te perdon¨¦ toda la deuda cuando me lo suplicaste.
33 ¿No deb¨ªas tambi¨¦n t¨² tener compasi¨®n de tu compañero como yo tuve compasi¨®n de ti?»
34 Y tanto se enoj¨® el señor, que lo puso en manos de los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
35 Y Jes¨²s añadi¨®: «Lo mismo har¨¢ mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de coraz¨®n a su hermano.»

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Comentarios Evangelio seg¨²n Mateo, cap¨ªtulo 18
18,1   Aqu¨ª comienza el cuarto Discurso del Evangelio de Mateo, que no es muy homog¨¦neo, pero que est¨¢ centrado en la vida de la comunidad.
Para el comentario de 1-5, v¨¦ase Mc 9,33
18,5  Los ¡°pequeños¡± designa unas veces a los niños, y otras a la gente muy sencilla que segu¨ªa a Jes¨²s, los pequeños u olvidados de la sociedad; en cualquier instituci¨®n se encontrar¨¢n pequeños y olvidados.
En el vers¨ªculo 5 se pasa de un sentido a otro; no se trata de recibir a niños vagos sino de respetar y tratar bien a los ¡°pequeños¡±.
18,6  El texto dice: ¡°una muela de burro¡±. Este t¨¦rmino se usaba para distinguir la muela de molino que hac¨ªa girar un burro, de la muela dom¨¦stica que hac¨ªan girar las mujeres.
18,7  El ¡°scandalon¡± es la pequeña piedra en la que tropieza el desprevenido. El esc¨¢ndalo no es lo que hace mucho ruido o lo que perturba a la sociedad, sino lo que siembra confusi¨®n en las conciencias y hace caer a los que se ten¨ªan por gente de confianza.
Los pequeños son, muchas veces, gente que se esfuerza por salir de su condici¨®n y llegar a ser m¨¢s independientes, gracias a una mejor educaci¨®n y a mayores entradas econ¨®micas. A menudo la sociedad hace muy dif¨ªcil lograr una superaci¨®n a quienes no entran en juegos sucios o se niegan a imitar el modo de vivir de las personas ego¨ªstas. Debido a esto, no raras veces los pequeños deben resignarse al fracaso, a ¡°perder un ojo¡±, antes que renunciar a lo m¨¢s importante, que es vivir bajo la mirada de Dios.
Tiene que haber esc¨¢ndalos. El mundo que Dios cre¨® y que Dios salva no es un oasis de paz, sino un lugar donde se forman personas libres, mediante la lucha y la superaci¨®n constante. Los esc¨¢ndalos son parte de este mundo (1Co 11,19), y el poder del Mal no disminuye en absoluto la gloria que Dios recibir¨¢ de su creaci¨®n al final. El sufrimiento y la sed de justicia ser¨¢n fuente de santidad, siendo los medios por los cuales Dios har¨¢ crecer el amor.
Es mejor para ti... Jes¨²s recalca el valor incomparable de la vida eterna: esta sentencia ya se ley¨® en 5,29.
¡Ay del mundo...! Jes¨²s nos invita a tomar conciencia del pecado tanto individual como social: las estructuras malas ser¨¢n derribadas de cualquier manera, con l¨¢grimas y sangre (Lc 23,28).
18,12   Esta par¨¢bola es la misma que trae Lc 15,3, pero aqu¨ª la oveja no es perdida sino extraviada. La par¨¢bola se refiere, no a los pecadores, sino a los pequeños extraviados en las ambig¨¹edades de este mundo (24,4; 24,11) y que Jes¨²s quiere reunir. Hay que buscarlos en vez de despreciarlos. Para la Iglesia siempre existir¨¢ el peligro de olvidar a todos los pequeños que no vienen a ella, o de esperar que den el primer paso que tal vez no puedan darlo.
Tratando de recordar, nos damos cuenta con tristeza, que muchos pequeños que participaban con nosotros se extraviaron. ¿Se podr¨¢ estar seguros de que todas las actividades de la comunidad han sido las que les ayudaban a progresar en la fe?
18,15   Siempre se cometen pecados contra el pr¨®jimo o a expensas de la comunidad. Jes¨²s in vita a corregirlos pensando ante todo en la conversi¨®n de los pecadores: evitar que se ve an humillados p¨²blicamente. Ya se dec¨ªa en Dt 25,3.
Estas palabras fueron dichas a Pedro en 16,19; aqu¨ª Jes¨²s habla para toda la Iglesia. La comunidad tiene delante de Dios autoridad para arreglar los problemas internos, y si lo hace como Pablo lo pide en 1Cor 5 y 6, es decir, la comunidad con sus responsables y bajo el Esp¨ªritu de Dios (He 15,28), la decisi¨®n ser¨¢ la de Dios.
No todos los manuscritos tienen el mismo texto. Si lo aceptamos tal como est¨¢ aqu¨ª, ha pecado, es un consejo de moderaci¨®n que se opone, por ejemplo, a la pr¨¢ctica de los esenios, que castigaban y exclu¨ªan sin miramientos. Jes¨²s no acepta que se excluya inmediatamente al pecador que se est¨¢ juzgando. Si es posible corregirlo de manera privada, no deben publicarse sus pecados.
En cambio, si seguimos la otra versi¨®n, ha pecado contra ti, el texto se refiere al perd¨®n de las ofensas tal como en Lc 17,4.
Como un pagano o publicano. Jes¨²s habla para un p¨²blico habituado a no tener contacto con los paganos, los publicanos y todos los que estaban excluidos por las autoridades religiosas (Jn 9,22). Las comunidades cristianas actuar¨¢n de la misma manera con quien no respete las exigencias de la comuni¨®n fraterna (1Cor 5,11; Ti 3,10; 2Jn 10).
18,21   Perdonar siete veces o setenta y siete veces exige una explicaci¨®n. Perdonar de todo coraz¨®n al que ha hecho el mal es un acto interior; siempre y con todos hay que liberarse del esp¨ªritu de venganza: ¡°oren por los que los persiguen¡±.
Hay tambi¨¦n otro perd¨®n en el que se restablecen las relaciones con el culpable, poniendo en ello toda la confianza que podamos despu¨¦s de tal experiencia; ese perd¨®n s¨®lo es posible si el otro ha reparado el daño hecho en la medida de sus posibilidades: v¨¦ase Lc 17,3. Si no se diera esto ¨²ltimo, ser¨ªa una abdicaci¨®n frente al mal y una negaci¨®n de la justicia.
18,22  Setenta y siete veces. Esto se contrapone a la sed de venganza expresada en G¨¦n 4,24. A primera vista la cifra griega se puede entender ¡°setenta veces siete¡±, pero la traducci¨®n setenta y siete veces es la que reclama el uso de las cifras distributivas griegas, sensible a lo pesadas que resultaban estas cifras m¨¢s all¨¢ de diez.
18,23   Esta par¨¢bola es una caricatura, pero no por eso necesita comentarios. La ¨²nica dificultad podr¨ªa ser: Lo mismo har¨¢ mi Padre celestial con ustedes. ¿No es eso rebajar a Dios? No debemos olvidar los estrechos lazos que unen el mundo de la eternidad, del cual lo ignoramos todo, y el nuestro que conocemos tan mal. Jes¨²s dice: Lo mismo har¨¢ con ustedes, para darse a entender, pero en realidad no es Dios quien castiga, somos nosotros los que hemos destruido voluntariamente algo irreparable.
Se oye hablar diariamente del peso de odio y de rencores que los m¨¢s diversos pueblos tienen acumulado unos contra otros, muchas veces debido a conflictos de religiones; el mundo necesita que le enseñen a perdonar. No sabemos perdonar porque no conocemos bien todo lo que Dios nos ha perdonado a nosotros y cu¨¢n grande es su misericordia.
El cuarto Discurso del Evangelio de Mateo finaliza con este deber del perd¨®n. La Iglesia estuvo siempre muy lejos de ser santa como es su deber. Sin embargo nadie puede negar que haya sido en todo tiempo el lugar donde se enseñ¨® la misericordia de Dios y donde los hombres aprendieron a perdonar.