Evangelio seg¨²n Mateo Cap¨ªtulo 13
TERCERA ETAPA (13,1¡ª17,27) LOS OJOS DE LOS DOCE SE ABREN, JESÚS LES CONFÍA SU IGLESIA
¨C EL DISCURSO EN PARÁBOLAS: LA MUCHEDUMBRE VE SIN VER Y ESCUCHA SIN OÍR, MIENTRAS QUE A LOS DISCÍPULOS SE LES REVELAN COSAS QUE ESTABAN OCULTAS DESDE LA CREACIÓN DEL MUNDO (13,35).
¨C JESÚS ES RECHAZADO POR LA GENTE DE NAZARET, POR LOS FARISEOS, Y ES RECONOCIDO COMO HIJO DE DIOS POR LOS DOCE. PEDRO ES ASOCIADO TRES VECES ÍNTIMAMENTE: CAMINA SOBRE LAS AGUAS, PASA A SER LA PIEDRA DE FUNDACIÓN DE LA IGLESIA, ES DISPENSADO DE PAGAR EL IMPUESTO AL REY DEL CIELO (17,27). JESÚS ANUNCIA A LOS DOCE SU RESURRECCIÓN Y EL NACIMIENTO DE UN PUEBLO RENOVADO.
La par¨¢bola del sembrador
1 Ese d¨ªa Jes¨²s sali¨® de casa y fue a sentarse a orillas del lago.
2 Pero la gente vino a ¨¦l en tal cantidad, que subi¨® a una barca y se sent¨® en ella, mientras toda la gente se qued¨® en la orilla.
3 Jes¨²s les habl¨® de muchas cosas, usando comparaciones o par¨¢bolas.
Les dec¨ªa: «El sembrador sali¨® a sembrar.
4 Y mientras sembraba, unos granos cayeron a lo largo del camino: vinieron las aves y se los comieron.
5 Otros cayeron en terreno pedregoso, con muy poca tierra, y brotaron en seguida, pues no hab¨ªa profundidad.
6 Pero apenas sali¨® el sol, los quem¨® y, por falta de ra¨ªces, se secaron.
7 Otros cayeron en medio de cardos: ¨¦stos crecieron y los ahogaron.
8 Otros granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha, unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno.
9 El que tenga o¨ªdos, que escuche.»
10 Los disc¨ªpulos se acercaron y preguntaron a Jes¨²s: «¿Por qu¨¦ les hablas en par¨¢bolas?»
11 Jes¨²s les respondi¨®: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos, no.
12 Porque al que tiene se le dar¨¢ m¨¢s y tendr¨¢ en abundancia, pero al que no tiene, se le quitar¨¢ aun lo que tiene.
13 Por eso les hablo en par¨¢bolas, porque miran, y no ven; oyen, pero no escuchan ni entienden.
14 En ellos se verifica la profec¨ªa de Isa¨ªas: Por m¨¢s que oigan no entender¨¢n, y por m¨¢s que miren no ver¨¢n.
15 Este es un pueblo de conciencia endurecida. Sus o¨ªdos no saben escuchar, sus ojos est¨¢n cerrados. No quieren ver con sus ojos, ni o¨ªr con sus o¨ªdos y comprender con su coraz¨®n... Pero con eso habr¨ªa conversi¨®n y yo los sanar¨ªa.
16 ¡Dichosos los ojos de ustedes, que ven!; ¡dichosos los o¨ªdos de ustedes, que oyen!
17 Yo se lo digo: muchos profetas y muchas personas santas ansiaron ver lo que ustedes est¨¢n viendo, y no lo vieron; desearon o¨ªr lo que ustedes est¨¢n oyendo, y no lo oyeron.
18 Escuchen ahora la par¨¢bola del sembrador:
19 Cuando uno oye la palabra del Reino y no la interioriza, viene el Maligno y le arrebata lo que fue sembrado en su coraz¨®n. Ah¨ª tienen lo que cay¨® a lo largo del camino.
20 La semilla que cay¨® en terreno pedregoso, es aquel que oye la Palabra y en seguida la recibe con alegr¨ªa.
21 En ¨¦l, sin embargo, no hay ra¨ªces, y no dura m¨¢s que una temporada. Apenas sobreviene alguna contrariedad o persecuci¨®n por causa de la Palabra, inmediatamente se viene abajo.
22 La semilla que cay¨® entre cardos, es aquel que oye la Palabra, pero luego las preocupaciones de esta vida y los encantos de las riquezas ahogan esta palabra, y al final no produce fruto.
23 La semilla que cay¨® en tierra buena, es aquel que oye la Palabra y la comprende. Este ciertamente dar¨¢ fruto y producir¨¢ cien, sesenta o treinta veces m¨¢s.»
El trigo y la hierba mala
24 Jes¨²s les propuso otra par¨¢bola: «Aqu¨ª tienen una figura del Rei no de los Cielos. Un hombre sembr¨® buena semilla en su campo,
25 pero mientras la gente estaba durmiendo, vino su enemigo y sembr¨® cizaña en medio del trigo y se fue.
26 Cuando el trigo creci¨® y empez¨® a echar espigas, apareci¨® tambi¨¦n la cizaña.
27 Entonces los servidores fueron a decirle al patr¨®n: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De d¨®nde, pues, viene esa cizaña?»
28 Respondi¨® el patr¨®n: «Eso es obra de un enemigo.» Los obreros le preguntaron: «¿Quieres que arranquemos la cizaña?»
29 «No, dijo el patr¨®n, pues al quitar la cizaña podr¨ªan arrancar tambi¨¦n el trigo.
30 D¨¦jenlos crecer juntos hasta la hora de la cosecha. Entonces dir¨¦ a los segadores: Corten primero la cizaña, hagan fardos y arr¨®jenlos al fuego. Despu¨¦s cosechen el trigo y gu¨¢rdenlo en mis bodegas.»
El grano de mostaza
31 Jes¨²s les propuso otra par¨¢bola: «Aqu¨ª tienen una figura del Reino de los Cielos: el grano de mostaza que un hombre tom¨® y sembr¨® en su campo.
32 Es la m¨¢s pequeña de las semillas, pero cuando crece, se hace m¨¢s grande que las plantas de huerto. Es como un ¨¢rbol, de modo que las aves vienen a posarse en sus ramas.»
33 Jes¨²s les cont¨® otra par¨¢bola: «Aqu¨ª tienen otra figura del Reino de los Cielos: la levadura que toma una mujer y la introduce en tres medidas de harina. Al final, toda la masa fermenta.»
34 Todo esto lo cont¨® Jes¨²s al pueblo en par¨¢bolas. No les dec¨ªa nada sin usar par¨¢bolas,
35 de manera que se cumpl¨ªa lo dicho por el Profeta: Hablar¨¦ en par¨¢bolas, dar¨¦ a conocer cosas que estaban ocultas desde la creaci¨®n del mundo.
36 Despu¨¦s Jes¨²s despidi¨® a la gente y se fue a casa. Los disc¨ªpulos se le acercaron y le dijeron: «Expl¨ªcanos la par¨¢bola de las malas hierbas sembradas en el campo.»
37 Jes¨²s les dijo: «El que siembra la semilla buena es el Hijo del Hombre.
38 El campo es el mundo. La buena semilla es la gente del Reino. La maleza es la gente del Maligno.
39 El enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ¨¢ngeles.
40 Vean c¨®mo se recoge la maleza y se quema: as¨ª suceder¨¢ al fin del mundo.
41 El Hijo del Hombre enviar¨¢ a sus ¨¢ngeles; ¨¦stos recoger¨¢n de su Reino todos los esc¨¢ndalos y tambi¨¦n los que obraban el mal,
42 y los arrojar¨¢n en el horno ardiente. All¨ª no habr¨¢ m¨¢s que llanto y rechinar de dientes.
43 Entonces los justos brillar¨¢n como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga o¨ªdos, que entienda.
El tesoro, la perla y la red
44 El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegr¨ªa es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo.
45 Aqu¨ª tienen otra figura del Reino de los Cielos: un comerciante que busca perlas finas.
46 Si llega a sus manos una perla de gran valor, se va, vende cuanto tiene y la compra.
47 Aqu¨ª tienen otra figura del Reino de los Cielos: una red que se ha echado al mar y que recoge peces de todas clases.
48 Cuando est¨¢ llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan, escogen los peces buenos, los echan en canastos y tiran los que no sirven.
49 As¨ª pasar¨¢ al final de los tiempos: vendr¨¢n los ¨¢ngeles y separar¨¢n a los malos de entre los buenos
50 y los arrojar¨¢n al horno ardiente. All¨ª ser¨¢ el llorar y el rechinar de dientes.»
51 Pregunt¨® Jes¨²s: «¿Han entendido ustedes todas estas cosas?» Ellos le respondieron: «S¨ª.»
52 Entonces Jes¨²s dijo: «Est¨¢ bien: cuando un maestro en religi¨®n ha sido instruido sobre el Reino de los Cielos, se parece a un padre de familia que siempre saca de sus armarios cosas nuevas y viejas.»
53 Cuando Jes¨²s termin¨® de decir estas par¨¢bolas, se fue de all¨ª.
54 Un d¨ªa se fue a su pueblo y enseñ¨® a la gente en su sinagoga. Todos quedaban maravillados y se preguntaban: «¿De d¨®nde le viene esa sabidur¨ªa? ¿Y de d¨®nde esos milagros?
55 ¿No es ¨¦ste el hijo del carpintero? ¡Pero si su madre es Mar¨ªa, y sus hermanos son Santiago, y Jos¨¦, y Sim¨®n, y Judas!
56 Sus hermanas tambi¨¦n est¨¢n todas entre nosotros, ¿no es cierto? ¿De d¨®nde, entonces, le viene todo eso?» Ellos se escandalizaban y no lo recono c¨ªan.
57 Entonces Jes¨²s les dijo: «Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su patria y en su propia familia.»
58 Y como no cre¨ªan en ¨¦l, no hizo all¨ª muchos milagros.

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Comentarios Evangelio seg¨²n Mateo, cap¨ªtulo 13
13,1   Comienza el tercer ¡°discurso de Jes¨²s¡± en el Evangelio de Mateo (v¨¦ase la Introducci¨®n).
La barca es la de Sim¨®n Pedro (Lc 5,1) y la casa es tambi¨¦n la suya (Mc 1,29; 2,1; 3,20). Jes¨²s se dirige a la ribera de Cafarna¨²m.
Jes¨²s ha hecho proclamar por sus ap¨®stoles la venida del Reino; se han visto sus primeras señales, curaciones y victorias sobre los demonios, pero no han estado ausentes tampoco las oposiciones, y da la impresi¨®n de que el conjunto del pueblo no se abre. ¿Qu¨¦ pensar de ese ¡°reino de Dios¡± que cambia tan poco la realidad? Mateo da respuesta en las siete par¨¢bolas que siguen.
13,3  La par¨¢bola es una comparaci¨®n, ya sea que quepa en dos l¨ªneas o que relate una larga historia. No se trata de una explicaci¨®n destinada a oyentes poco intelectuales, sino que quiere ayudar al oyente a que tome conciencia de su propia situaci¨®n.
Para los oyentes de Jes¨²s, el reino de Dios significaba ante todo una liberaci¨®n de su pueblo oprimido, y quer¨ªan que se pronunciara claramente sobre eso. Pero Jes¨²s tan s¨®lo pod¨ªa hablar en par¨¢bolas a sus seguidores, ya que el Reino forma parte de esas realidades que no se pueden ver mientras no se crea en ellas. Jes¨²s se referir¨¢ a ¨¦l s¨®lo a trav¨¦s de im¨¢genes, y se podr¨¢n entender en la medida en que se tenga ya alguna experiencia de ¨¦l.
Para esta par¨¢bola del Sembrador, que traza las grandes l¨ªneas de este cap¨ªtulo, v¨¦ase el comentario de Mc 4,1 y Lc 8,4.
Jes¨²s, como el sembrador, vive para el futuro. Se ha lanzado a una empresa desesperada: salvar a su pueblo cuando aparentemente nadie es ya capaz de frenar la ola de violencia que se est¨¢ incrementando en ese pueblo fan¨¢tico y oprimido. Y no cuenta m¨¢s que con la fuerza de la Palabra proclamada y puesta en pr¨¢ctica para revertir la corriente de la historia. Habr¨¢ sin duda una buena parte de fracaso, pero tambi¨¦n habr¨¢ que cosechar, con tal que el grano acepte morir en la tierra.
13,10   Si los disc¨ªpulos preguntan es porque tal manera de expresarse contrastaba con los discursos anteriores. Desde el comienzo Jes¨²s enseñaba mediante im¨¢genes, pero ahora las im¨¢genes no ayudan a comprender, sino que al contrario parece que ocultan la verdad. ¿Acaso Jes¨²s habla en par¨¢bolas porque los oyentes no quieren comprender o para que no comprendan? Tal vez lo uno y lo otro al mismo tiempo (comparar v.13 y 15). V¨¦ase la nota de Mc 4,11.
13,11  La explicaci¨®n se da s¨®lo a los que se acercan. En un primer momento Jes¨²s se dirig¨ªa a las muchedumbres, ahora en cambio s¨®lo le interesan los que reaccionan.
Con todo, Jes¨²s no los felicita como si fueran ¡°los buenos¡±. Les dice que tienen suerte por que su deseo de saber es un don que viene de Dios.
13,12  Al que tiene se le dar¨¢ m¨¢s. El verbo ¡°tener¡± aqu¨ª significa producir, como el ¨¢rbol que tiene frutos. Es decir, que se dar¨¢ al que hace fructificar los dones de Dios.
El reino de los Cielos. Ya dijimos que la expresi¨®n los Cielos era un modismo propio de los jud¨ªos para designar a Dios. Muchos se han equivocado por no conocer este uso, pensando que el Evangelio solamente hablaba del Reino de Dios en el Cielo, despu¨¦s de la presente vida. En realidad Jes¨²s proclamaba que Dios hab¨ªa empezado a reinar entre los hombres.
¿Reino de Dios, o reinado de Dios? V¨¦ase el comentario en Lc 8,10.
13,18   ¿Qui¨¦n acoger¨¢ la palabra de Dios? No es ya cuesti¨®n de inteligencia, capacidad pa ra reflexionar o de inter¨¦s por las cosas religiosas: la reciben los que est¨¢n abiertos a la esperanza.
Algunas palabras de este p¨¢rrafo son propias del estilo de la Iglesia primitiva y es cierto que la interpretaci¨®n difiere un poco en los tres evangelios, conforme al ambiente en que se predic¨®. Lo m¨¢s probable es que Jes¨²s haya sugerido esa interpretaci¨®n de la par¨¢bola sacando aplicaciones ¡°morales¡± para sus disc¨ªpulos, como hac¨ªan todos los maestros de su tiempo. Al recordar esta aplicaci¨®n, el evangelio no excluye que hubiera otras, como por ejemplo eso de que Jes¨²s ven¨ªa a sembrar y que el reino de Dios ya hab¨ªa empezado.
13,19  Claramente se nota que Jes¨²s no pretende distinguir entre buenos y malos: describe una realidad e indica por qu¨¦ la Palabra no puede ser acogida por la mayor¨ªa. El Maligno arrebata la palabra, y esto se refiere a todos los que, tal vez sin culpa suya, no estaban en las condiciones que les hubieran permitido que entendieran.
13,24   Con la par¨¢bola de la cizaña Jes¨²s responde a los que se escandalizan al ver el mal presente en todas partes.
13,25  Vino el enemigo. Si alguien pretendiera escribir un evangelio en el que el demonio estuviera tan ausente como lo est¨¢ en nuestra sociedad e incluso en nuestra catequesis, tendr¨ªa bastante que recortar. El triunfo del demonio consiste en pasar desapercibido.
La cizaña no es cualquier hierba mala. Da un fruto rojo que es muy venenoso.
Jes¨²s coment¨® esta par¨¢bola: v¨¦ase 13.36.
13,31   Dos im¨¢genes se completan para darnos una idea del crecimiento del Reino: el ¨¢rbol y la levadura.
El grano de mostaza se convierte en un arbusto que destaca en el campo. Desde los primeros d¨ªas del cristianismo los creyentes son una Iglesia, una comuni¨®n de comunidades con una cabeza, lazos, una misma fe y un mismo prop¨®sito de evangelizar.
Las aves son algo m¨¢s que un detalle de la pintura, y recuerdan a Dn 4,11 y 18: las creaciones m¨¢s diversas de la cultura humana, las filosof¨ªas, las escuelas cristianas, las instituciones caritativas, el arte, florecer¨¢n a la sombra del Reino. Ah¨ª est¨¢ representado todo lo que la fe cristiana ha dado al mundo y que ha permitido el despertar de una civilizaci¨®n m¨¢s humana.
13,33  La levadura en la masa. Es la otra cara del crecimiento, las realidades que no se notan inmediatamente, el interior de la persona que fue alcanzada por el Evangelio, la irradiaci¨®n progresiva de las comunidades que perseveran en la fe y la caridad.
Toda vida cristiana experimenta un crecimiento de la fe, no s¨®lo porque se comprende mejor lo que se cree, sino porque la luz de Dios y la capacidad de amar han ido penetrando en las diferentes ¨¢reas de nuestra personalidad. El adulto adquiere una visi¨®n m¨¢s amplia y compleja del mundo, un conocimiento m¨¢s acertado de lo que lleva consigo. Si deja que Dios trabaje en ¨¦l, su manera de ver a Dios y su oraci¨®n van a transformarse y a transformarlo.
13,34   Al leer Mt. 13,12 pareciera que Jes¨²s hablaba en par¨¢bolas para ocultar su enseñanza, pero aqu¨ª se da otra explicaci¨®n que corrige y completa la primera. Jes¨²s habla en par¨¢bolas porque es el medio m¨¢s apto para dar una enseñanza que perdure a lo largo de la historia.
Hablar¨¦ en par¨¢bolas. Estas son las primeras palabras del Salmo 78, modificadas y adaptadas por el evangelista. Quiere decir que Jes¨²s, al enseñar los secretos del reino de Dios, contesta a los interrogantes m¨¢s esenciales de la humanidad.
La par¨¢bola no se presenta como una teor¨ªa, y por eso desconcierta a los que est¨¢n demasiado acostumbrados al lenguaje de los libros. Jes¨²s ofrece algo mucho m¨¢s rico a trav¨¦s de esas figuras o enigmas que exigen una comprensi¨®n m¨¢s activa y a las cuales hay que volver. Cada uno deber¨¢ profundizarlas a lo largo de su vida y a lo largo de la historia. S¨®lo con el tiempo y la experiencia se llegar¨¢ a descubrir hasta qu¨¦ punto aclaran los problemas esenciales de la humanidad.
13,36   Dios respeta a los hombres; sabe que la tentaci¨®n es a menudo m¨¢s fuerte que sus buenas intenciones; sabe que necesitan tiempo para afirmarse en el bien.
Dios es paciente: la reconciliaci¨®n de los grupos y de las fuerzas tan diversas que gu¨ªan al mundo se conseguir¨¢ solamente al final de la historia. Mientras tanto no nos corresponde decidir tajantemente que ¨¦stos o aquellos no sirven para nada.
El campo es el mundo. Esta par¨¢bola invita a considerar el reino de Dios como una realidad que cubre toda la vida del mundo: Historia Sagrada no es solamente la historia antigua del pa¨ªs de Jes¨²s, sino toda la historia humana de la que Cristo resucitado es el Señor.
13,37  El Hijo del Hombre. Jes¨²s es presentado con este t¨ªtulo en todos los lugares del Evangelio en que se habla del juicio. Es una manera de decir que volver¨¢ con la autoridad divina y la Gloria del Padre, como lo vemos expresado en Dn 7,13. V¨¦ase la nota en Mc 8,31.
13,40  As¨ª suceder¨¢ al fin del mundo. La espera de un juicio de Dios sobre el mundo era un elemento esencial en la predicaci¨®n de los profetas. El saber con certeza que nuestra vida va a ser juzgada por el que ve el fondo de los corazones, es una de las bases de la visi¨®n cristiana de la existencia. Se comprende as¨ª el car¨¢cter dram¨¢tico de las decisiones que se toman d¨ªa tras d¨ªa y que van trazando un camino hacia la verdad o un rechazo de la luz.
Esta certeza choca a muchos de nuestros contempor¨¢neos, y mientras algunos se refugian en las teor¨ªas de la metempsicosis, es decir, de una serie de existencias, (los pecados de la vida presente se pueden reparar en la siguiente), otros s¨®lo enfatizan la ¡°bondad¡± de Dios; tal vez quisieran que Dios transforme con una sonrisa un alma est¨¦ril en una hoguera de amor puro.
Junto con reafirmar el juicio, esta breve par¨¢bola contiene un elemento muy revolucionario: el juicio es un secreto de Dios, y hasta el fin del mundo el bien y el mal estar¨¢n mezclados en cada individuo y tambi¨¦n en las instituciones.
Al leer la Biblia tal vez nos produzca cierto impacto ver c¨®mo el mundo aparece dividido en buenos y malos, y no s¨®lo en el Antiguo Testamento, sino tambi¨¦n en el Nuevo. En realidad se trata de un recurso pedag¨®gico que Jes¨²s us¨®, como ya lo hac¨ªan los profetas. Hablar de buenos y malos era una manera sencilla, adaptada a la mentalidad de pueblos menos evolucionados que nosotros, para mostrar que todo ser humano, en cualquiera de sus actos, da un paso en una de las dos direcciones.
De hecho el interior del hombre es un gran misterio, y es importante observar aqu¨ª que Jes¨²s no se deja engañar por las im¨¢genes; para la mayor¨ªa de nosotros la separaci¨®n a¨²n no se ha hecho, aunque hayamos dado pasos decisivos despu¨¦s de una o m¨¢s conversiones.
Los servidores representan de un modo muy especial a los responsables de la Iglesia. Su celo en reprimir a los que consideran extraviados, para preservar as¨ª lo que seg¨²n ellos es bueno, est¨¢ tal vez viciado desde adentro. ¿Querr¨ªan acabar con todos los errores? En realidad no creen m¨¢s que en la fuerza o en la autoridad. Si los ¡°maestros¡± de la fe no dejan que los fieles tengan la posibilidad de pensar y de equivocarse, la Iglesia quedar¨ªa sin vida.
Dios prefiere que las cosas se aclaren por s¨ª mismas y quiere que los hombres vivan su propia experiencia. El mal forma parte del misterio de la cruz (Rom 12,21).
13,44   El tesoro y la perla. La diferencia est¨¢ en que el primero encontr¨® lo que no buscaba, mientras que el segundo acab¨® por descubrir lo que no se atrev¨ªa a esperar. En el primer caso, es justo que despu¨¦s de su descubrimiento y alegr¨ªa le sea escondido el tesoro por un tiempo; entonces deber¨¢ buscar y trabajar hasta que le sea dado de verdad.
En ambos casos se ve que s¨®lo hay Reino para el que es capaz de vender todo lo que tiene. Uno no se sacrifica por algo sino por alguien, y la verdadera alegr¨ªa nunca procede de algo sino de alguien: el Reino es Dios con nosotros.
13,47   Tal como Jes¨²s lo recordar¨¢ en otros lugares, nadie es m¨¢s por ser de su familia o por pertenecer a su pueblo. La familia cristiana, las comunidades e instituciones cristianas nos transmiten y comunican algo del Reino, del cual son signos visibles, pero nadie puede protegerse indefinidamente tras ellas. Alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que dar cuenta de la propia vida y entonces los t¨ªtulos, las etiquetas y los conocimientos religiosos no servir¨¢n de nada. Los autores de los esc¨¢ndalos y de las actividades que desfiguraron a la Iglesia pasar¨¢n por el fuego (1Cor 3,13).
La Iglesia adopt¨® hacia el siglo XII la palabra ¡°purgatorio¡± para designar la dolorosa purificaci¨®n que experimentar¨¢n despu¨¦s de la muerte todos los salvados, a menos que hayan sufrido ya en la tierra la quemaz¨®n del puro amor de Dios. Esta afirmaci¨®n del purgatorio es chocante para quienes no han experimentado la santidad divina y tienen demasiado f¨¢cilmente en la boca la gran bondad de Dios: ¿han sopesado de veras lo que exige de nosotros ¡°llegar a ser Dios en Dios¡±?
13,50  El horno ardiente. Jes¨²s no vacil¨® en utilizar esa imagen del fuego que formaba parte de su cultura y que Mateo quiso conservar (5,22; 7,19; 13,30; 25,41).  
Sin embargo conviene observar que, en la gran par¨¢bola de Mt 25,31-46, Jes¨²s env¨ªa al fuego eterno, no s¨®lo los cr¨ªmenes y los pecados graves, sino tambi¨¦n todos los pecados que cometemos diariamente. Por tanto conviene distinguir el estilo de la predicaci¨®n popular de Jes¨²s y el modo de actuar de Dios con los pecadores.
Dios ha venido para salvar a los pecadores, y la muerte y la resurrecci¨®n de Jes¨²s tienen m¨¢s fuerza que el poder del mal en el mundo; han asegurado ya desde ahora la salvaci¨®n de la humanidad como un todo (Rom 5). Sin embargo el amor infinito de Dios no nos quita la libertad de abandonarlo y de desafiarlo: ¿puede forzar al que se dio todo entero al esp¨ªritu del mal, como ocurre a veces?
La misericordia de Dios nos aguarda en la hora de nuestra muerte y har¨¢ renacer incluso en grandes criminales que no hayan hecho ninguna reparaci¨®n al hijo de Dios, ciudadano de la Jerusal¨¦n celestial. Pero eso no quita que haya pasado la hora de hacer el bien y de reparar nuestros pecados. Los talentos que Dios nos hab¨ªa dado para construir el mundo y para forjarnos a nosotros mismos, si no fructificaron, pasar¨¢n a otros. ¿Salvados? Tal vez, pero como unos elegidos muy pequeños.
Jes¨²s ten¨ªa un conocimiento profundo y verdadero de Dios y del hombre; si hubiese visto en ese ¡°castigo¡± algo contrario a la bondad infinita de Dios, lo habr¨ªa dicho sin preocuparse del esc¨¢ndalo.
Dejemos a un lado el horno y el fuego. Jes¨²s conserv¨® tales im¨¢genes para dar a entender que una vida malgastada es lo m¨¢s horrible que pudo haber sucedido, aun cuando se haya comprendido lo que estaba en juego. Si se entiende lo que Dios ofrece ¨Cla eternidad en el sentido m¨¢s riguroso del t¨¦rmino¨C y si la vida es ¨²nica, ¿ser¨¢n muy duras las palabras para referirse al que perdi¨® la vida y su tiempo?
13,50  Llanto y rechinar de dientes: o sea, envidia de la suerte de los justos (Sal 33,16; 112,10). Los justos brillar¨¢n: Mal 4,20; Dn 12,3).
13,51   Un maestro de la Ley se ha hecho disc¨ªpulo de Jes¨²s. Lleg¨® con un buen conocimiento de la Biblia y no le faltaba la experiencia, ya que instru¨ªa a los dem¨¢s... Al meditar constantemente las par¨¢bolas de Jes¨²s, sacar¨¢ de ellas enseñanzas siempre nuevas y adaptadas a nuevas circunstancias. Y al mismo tiempo ver¨¢ que su experiencia anterior no fue in¨²til. Todo el pasado encuentra su lugar en la nueva fe.
13,53   Comparar con Lc 4,14. V¨¦ase la nota de Mc 3,31.