Evangelio seg¨²n Mateo Cap¨ªtulo 5
Las bienaventuranzas
1 Jes¨²s, al ver toda aquella muchedumbre, subi¨® al monte. Se sent¨® y sus disc¨ªpulos se reunieron a su alrededor.
2 Entonces comenz¨® a hablar y les enseñaba diciendo:
3 «Felices los que tienen el esp¨ªritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
4 Felices los que lloran, porque recibir¨¢n consuelo.
5 Felices los pacientes, porque recibir¨¢n la tierra en herencia.
6 Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque ser¨¢n saciados.
7 Felices los compasivos, porque obtendr¨¢n misericordia.
8 Felices los de coraz¨®n limpio, porque ver¨¢n a Dios.
9 Felices los que trabajan por la paz, porque ser¨¢n reconocidos como hijos de Dios.
10 Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
11 Felices ustedes, cuando por cau sa m¨ªa los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias.
12 Al¨¦grense y mu¨¦strense contentos, porque ser¨¢ grande la recompensa que recibir¨¢n en el cielo. Pues bien saben que as¨ª persiguieron a los profetas que vinieron antes de ustedes.
Sal y luz
13 Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve ins¨ªpida, ¿c¨®mo podr¨¢ ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente.
14 Ustedes son la luz del mundo: ¿c¨®mo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte?
15 Nadie enciende una l¨¢mpara para taparla con un caj¨®n; la ponen m¨¢s bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que est¨¢n en la casa.
16 Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que est¨¢ en los Cielos.
Una ley m¨¢s perfecta
17 No crean que he venido a suprimir la Ley o los Profetas. He venido, no para deshacer, sino para traer lo definitivo.
18 En verdad les digo: mientras dure el cielo y la tierra, no pasar¨¢ una letra o una coma de la Ley hasta que todo se realice.
19 Por tanto, el que ignore el ¨²ltimo de esos mandamientos y enseñe a los dem¨¢s a hacer lo mismo, ser¨¢ el m¨¢s pequeño en el Reino de los Cielos. En cambio el que los cumpla y los enseñe, ser¨¢ grande en el Reino de los Cielos.
20 Yo se lo digo: si no se proponen algo m¨¢s perfecto que lo de los fariseos, o de los maestros de la Ley, ustedes no pueden entrar en el Reino de los Cielos.
21 Ustedes han escuchado lo que se dijo a sus antepasados: «No matar¨¢s; el homicida tendr¨¢ que enfrentarse a un juicio.»
22 Pero yo les digo: Si uno se enoja con su hermano, es cosa que merece juicio. El que ha insultado a su hermano, merece ser llevado ante el Tribunal Supremo; si lo ha tratado de renegado de la fe, merece ser arrojado al fuego del infierno.
23 Por eso, si t¨² est¨¢s para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
24 deja all¨ª mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer las paces con tu hermano; despu¨¦s vuelve y presenta tu ofrenda.
25 Trata de llegar a un acuerdo con tu adversario mientras van todav¨ªa de camino al juicio. ¿O prefieres que te entregue al juez, y el juez a los guardias, que te encerrar¨¢n en la c¨¢rcel?
26 En verdad te digo: no saldr¨¢s de all¨ª hasta que hayas pagado hasta el ¨²ltimo centavo.
27 Ustedes han o¨ªdo que se dijo: «No cometer¨¢s adulterio.»
28 Pero yo les digo: Quien mira a una mujer con malos deseos, ya cometi¨® adulterio con ella en su coraz¨®n.
29 Por eso, si tu ojo derecho te est¨¢ haciendo caer, s¨¢catelo y t¨ªralo lejos; porque m¨¢s te conviene perder una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
30 Y si tu mano derecha te lleva al pecado, c¨®rtala y al¨¦jala de ti; porque es mejor que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
31 Tambi¨¦n se dijo: «El que se divorcie de su mujer, debe darle un certificado de divorcio.»
32 Pero yo les digo: Si un hombre se divorcia de su mujer, fuera del caso de uni¨®n ileg¨ªtima, es como mandarla a cometer adulterio: el hombre que se case con la mujer divorciada, cometer¨¢ adulterio.
No jurar
33 Ustedes han o¨ªdo lo que se dijo a sus antepasados: «No jurar¨¢s en falso, y cumplir¨¢s lo que has jurado al Señor.»
34 Pero yo les digo: ¡No juren! No juren por el cielo, porque es el trono de Dios;
35 ni por la tierra, que es la tarima de sus pies; ni por Jerusal¨¦n, porque es la ciudad del Gran Rey.
36 Tampoco jures por tu propia cabeza, pues no puedes hacer blanco o negro ni uno solo de tus cabellos.
37 Digan s¨ª cuando es s¨ª, y no cuando es no; cualquier otra cosa que se le añada, viene del demonio.
Amar a los enemigos
38 Ustedes han o¨ªdo que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente.»
39 Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofr¨¦cele tambi¨¦n la otra.
40 Si alguien te hace un pleito por la camisa, entr¨¦gale tambi¨¦n el manto.
41 Si alguien te obliga a llevarle la carga, ll¨¦vasela el doble m¨¢s lejos.
42 Da al que te pida, y al que espera de ti algo prestado, no le vuelvas la espalda.
43 Ustedes han o¨ªdo que se dijo: «Amar¨¢s a tu pr¨®jimo y no har¨¢s amistad con tu enemigo.»
44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores,
45 para que as¨ª sean hijos de su Padre que est¨¢ en los Cielos. Porque ¨¦l hace brillar su sol sobre malos y buenos, y env¨ªa la lluvia sobre justos y pecadores.
46 Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qu¨¦ m¨¦rito tiene? Tambi¨¦n los cobradores de impuestos lo hacen.
47 Y si saludan s¨®lo a sus amigos, ¿qu¨¦ tiene de especial? Tambi¨¦n los paganos se comportan as¨ª.
48 Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que est¨¢ en el Cielo.

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Comentarios Evangelio seg¨²n Mateo, cap¨ªtulo 5
5,1   Jes¨²s subi¨® a la montaña: Mateo sit¨²a este discurso de Jes¨²s en alg¨²n lugar de las colinas que bordean el lago de Tiber¨ªades. A pesar de eso, habla de un monte para recordar al monte Sina¨ª donde Mois¨¦s hab¨ªa recibido la Ley (Ex 19). Es porque en este primer ¡°Discurso de Jes¨²s¡± (v¨¦ase la Introducci¨®n), Mateo lo presenta como el Maestro que da a Israel y a todos los hombres la nueva y definitiva Ley.
Jes¨²s es el Maestro enviado para traer la nueva revelaci¨®n, porque la palabra ¡°Ley¡± en hebreo significaba al comienzo ¡°revelaci¨®n¡±, y designaba de hecho toda la religi¨®n del pueblo de Dios.
5,3  El que entienda bien esta primera bienaventuranza ya habr¨¢ comprendido las siete que siguen.
Felices. Jes¨²s no felicita a los que han hecho buenas acciones, ni da tampoco una regla de vida para ser feliz; simplemente proclama que es una suerte pertenecer a tal o cual categor¨ªa que la mayor¨ªa de los hombres consideran una debilidad, una mala suerte o un obst¨¢culo para tener ¨¦xito; los que llevan esa herida deben saber que son los primeros llamados al Reino de Dios. La Biblia dec¨ªa: ¡°Feliz t¨², Israel, porque Dios te eligi¨®¡± (Dt 33,29; Sal 144,5; Ba 4,4), pero en el discurso de Jes¨²s son los d¨¦biles y los perseguidos los llamados por Dios a integrar el pueblo del Mes¨ªas.
Es permitido hablar de un pueblo nuevo, a pesar de que nace de Israel por un llamado de Dios, como surge el retoño de un ¨¢rbol viejo (Is 11,1) al que se agregar¨¢n aquellos a los que Dios llame en las otras naciones (He 15,17).
Un coraz¨®n de pobre (o un esp¨ªritu de pobre). Esta primera bienaventuranza suscita siempre interrogantes, igual que todo lo que concierne al dinero, porque la pobreza nos da miedo, y muchos de los que buscan la perfecci¨®n espiritual la querr¨ªan pasar de largo. En realidad, los que tienen un coraz¨®n de pobre sabr¨¢n lo que quiere decir Jes¨²s, porque se han sentido siempre m¨¢s realizados con menos que con m¨¢s y no se han dedicado a conseguir ventajas y seguridad.
Jes¨²s habla de poseer la tierra. Esa tierra para la Biblia era la de Palestina, pero ya en el tiempo en que los profetas promet¨ªan a su pueblo un mundo donde ser¨ªan satisfechas todas sus aspiraciones (Is 25,6; Za 8,4), daban a entender lo que ser¨ªa esencial: Dios vivir¨ªa en medio de los hombres y les comunicar¨ªa su Esp¨ªritu: ¡°Ser¨¢n mi pueblo y yo ser¨¦ su Dios¡± (Ez 37,27).
5,7  Los compasivos: ya est¨¢n en el Reino porque han descubierto lo m¨¢s profundo de Dios (Ex 34,6; Mi 7,18; Mt 5,46). El Reino no significa primeramente el bienestar y la paz de los que se podr¨ªa gozar en la tierra ni trae inmediatamente un reordenamiento de todo lo que es injusto, sino que es en primer lugar la experiencia de una vida renovada. La vida encontr¨® su pleno sentido al abrirse totalmente a la confianza en el Padre. Y por añadidura, tendr¨¢ la paz en medio de pruebas.
5,8  Hasta la llegada de Jes¨²s se viv¨ªa esperando. Jes¨²s dice que ha empezado una nueva era: Dios est¨¢ en medio de nosotros y su Reino est¨¢ ya a disposici¨®n de aquellos que tienen puro el coraz¨®n, es decir, que han purificado sus deseos: ver¨¢n a Dios.
5,10  Mateo escribi¨® para jud¨ªos que hab¨ªan cre¨ªdo en Jes¨²s, que s¨®lo eran una pequeña minor¨ªa, ya entonces perseguidos y excluidos por la comunidad jud¨ªa que no reconoci¨® a su Me-s¨ªas. Mateo les dice: ustedes tienen ah¨ª una señal m¨¢s de que han sido elegidos, como los profetas que nunca o muy pocas veces tuvieron la mayor¨ªa a su favor.
Los que son llamados felices no lo son porque sufren, lo que significar¨ªa dar al sufrimiento un valor que no le corresponde, sino porque se les abre el Reino.
5,12  Mu¨¦strense contentos. Jes¨²s utiliza una palabra que en el Nuevo Testamento se refiere siempre a quienes acaban de vivir una experiencia muy fuerte del Esp¨ªritu de Dios en ellos (Lc 1,47; 10,21; He 16,34).
Mateo presenta ocho Bienaventuranzas, mientras que Lucas solamente tres (Lc 6,20-26); sin embargo no desarrollan m¨¢s que un solo y mismo tema. La principal diferencia entre Mateo y Lucas radica en que sus Bienaventuranzas se dirigen a grupos distintos.
Lucas las presenta tal como Jes¨²s las proclam¨®: ustedes, los pobres, son los primeros beneficiarios de las promesas de Dios. Mateo, en cambio, mira a sus oyentes cristianos y contempla las maravillas que Dios realiz¨® en ellos: felices aquellos que han acogido mi esp¨ªritu, porque ver¨¢n a Dios.
En resumen, Lucas señala a qui¨¦nes se dirige con prioridad la evangelizaci¨®n, esto es, al pueblo m¨¢s sufrido y postergado. Mateo, por su parte, dice c¨®mo mostrarnos dignos de Dios que nos ha escogido.
5,13   La sal de la tierra. Jes¨²s habla a numerosos seguidores y se dirige a todos los hombres; el evangelio sin embargo menciona a cada instante a sus disc¨ªpulos, a los que considera como minor¨ªa en el seno de un mundo que ignora el Evangelio.
Ciertamente fue voluntad de Dios que durante siglos hubiese pueblos en los que casi todos se consideraban cristianos; esa situaci¨®n ha deformado nuestro enfoque, ya que el propio Jes¨²s nos recuerda que s¨®lo vienen a ¨¦l los que Dios llama. Éstos no son necesariamente los mejores, lo que no impide que sean como la sal, porque aportan al mundo lo que m¨¢s necesita.
5,14  Hijos de la luz: ver Ef 5,8; 1Tes 5,4; 1Pe 2,12.
5,17   Desde el comienzo, Jes¨²s habla como Señor: su vocaci¨®n es retomar y dar vuelta a las certezas adquiridas como s¨®lo Dios sabe hacerlo.
La Ley o los Profetas era una expresi¨®n para referirse a toda la Biblia.
5,18  Hasta que todo se realice. El evangelio utiliza un verbo que significa cumplir, acabar, completar, en una palabra, todo lo que termina. Jes¨²s no vino para perfeccionar las leyes del Antiguo Testamento sino para inaugurar la reconciliaci¨®n definitiva de la humanidad con Dios. Reemplaza una religi¨®n en que todo estaba en camino, una historia santa que reflejaba la sabia y paciente pedagog¨ªa de Dios; pero ahora han llegado los tiempos definitivos: Dios envi¨® al mundo al Hijo para que todos descubran al Padre.
Realizar, o cumplir: Jes¨²s no habla s¨®lo de cumplir mandamientos. M¨¢s bien es la religi¨®n del Antiguo Testamento la que ha de cumplirse, ya que era una etapa transitoria en la historia de la salvaci¨®n. Las profec¨ªas ten¨ªan que cumplirse; tambi¨¦n los ritos y sacrificios que expresaban a su manera el misterio del pecado de- b¨ªan ser sustituidos por la persona de Jes¨²s.
Las leyes de la Biblia son expresiones del amor verdadero y lo protegen. Al interiorizar su esp¨ªritu, nos haremos disponibles para el Esp¨ªritu, que nos llevar¨¢ m¨¢s lejos que la ¡°justicia¡± o perfecci¨®n que los especialistas de la religi¨®n, escribas y fariseos, se propon¨ªan en aquel tiempo (5,20).
5,19  Jes¨²s pone en guardia contra la tentaci¨®n de lo f¨¢cil. Muchas personas podr¨ªan aprovecharse de sus palabras y decir: ¡°¡Menos mal! ¡La religi¨®n va a ser m¨¢s f¨¢cil!¡± Por eso Jes¨²s precisa: El que no cumpla hasta lo m¨¢s m¨ªnimo de la Ley no entrar¨¢ en el Reino. Jes¨²s enseña el esp¨ªritu de la Ley a quienes ya se han sometido a la Ley.
5,21   Aqu¨ª empiezan las oposiciones: ¡°Ustedes han escuchado, pero yo les digo...¡± Esta f¨®rmula se repetir¨¢ seis veces. Jes¨²s alude a la lectura b¨ªblica que se hac¨ªa cada s¨¢bado en las sinagogas. Tal como se hace actualmente en la Iglesia, ten¨ªa sus pasajes asignados para cada semana. Se escuchaba el texto hebreo o se lo traduc¨ªa al arameo, la lengua popular, y los dirigentes de la sinagoga o los invitados ocasionales hac¨ªan el comentario. Jes¨²s se hab¨ªa dado a conocer tomando la palabra en esas asambleas y es muy probable que m¨¢s de una vez haya dicho: Ustedes acaban de o¨ªr, pero yo les digo..., porque ¡°hablaba con autoridad¡± (Mt 7,29).
Jes¨²s no cuestiona las exigencias de la Biblia ni se contenta con hacer un comentario de las mismas; la ley de Cristo es un llamado a la purificaci¨®n del coraz¨®n, es decir, a enderezar las intenciones y deseos. Es una nueva lucidez que nace de la mirada puesta en Dios. Cuando nos volvemos hacia el Padre (y esa es la gran novedad: imitar a Dios-Padre: 5,48) descubrimos cu¨¢n imperfectos son los criterios humanos de moralidad.
5,22  El texto lleva la palabra ¡°insensato¡±, que en hebreo calificaba a menudo al renegado de la fe. Jes¨²s se refiere a un modo frecuente de hundir al adversario: basta con darle tal o cual calificativo para que en adelante nadie escuche sus razones ni respete sus derechos. Este tipo de difamaciones, que usan tambi¨¦n los mismos cristianos, procede del demonio.
5,26  Si no nos purificamos en la vida presente de todo lo que nos impide ser verdaderos y justos, seremos purificados en la muerte o despu¨¦s, y la Iglesia usa la palabra Purgatorio para designar esta purificaci¨®n dolorosa. Ser¨¢ necesario que el Esp¨ªritu queme hasta las ra¨ªces mismas del mal (Mt 3,11; 1Co 3,15).
5,27   No cometer¨¢s adulterio: Para muchos la fidelidad conyugal es una ley pesada y pasada de moda que se contentan con admirar en los dem¨¢s. Jes¨²s pone la fidelidad entre las leyes del mundo interior, ah¨ª mismo donde viene a reinar Dios, el Fiel.
5,29  Si tu ojo derecho... Hay que fijarse en la oposici¨®n: tu mano o tu ojo, y t¨². Sepan renunciar a todo, dir¨¢ Jes¨²s y aqu¨ª precisa: incluso a su integridad f¨ªsica. Muchos piensan: ¡°quiero vivir mi vida, soy dueño de mi cuerpo...¡± Jes¨²s responde que la verdadera vida est¨¢ en otra parte y que lo m¨¢s aut¨¦ntico de la persona se crea al aceptar limitaciones de la condici¨®n presente.
¿Se trata acaso de sacrificar solamente lo que nos llevar¨ªa a una ca¨ªda y a un pecado grave? La palabra de Jes¨²s va m¨¢s lejos. Por m¨¢s que nos quejemos de la vida, nos aferramos a ella y lo dar¨ªamos todo para seguir goz¨¢ndola. ¿Y si en esto consistiera el verdadero pecado y la verdadera ca¨ªda, en ese miedo al riesgo y a sacrificar la vida para responder al llamado de Dios?
Jes¨²s usa la palabra ¡°gehena¡± o infierno, porque no se puede imaginar nada peor que esto: que nuestra vida no haya producido nada, y que las esperanzas eternas que llev¨¢bamos en nosotros se hayan abortado.
5,31   La sentencia de Jes¨²s es una de las que m¨¢s ha chocado a sus disc¨ªpulos. Se volver¨¢ a encontrar ese problema en 19,4. Jes¨²s muestra que la ley, aun estando inscrita en la Biblia (Dt 24,1), s¨®lo tiene un valor jur¨ªdico. El legislador de aquella lejana ¨¦poca ha tenido muy en cuenta el nivel moral de la comunidad; sin embargo esa ley nunca ser¨¢ una justificaci¨®n en los casos particulares si efectivamente no se ha tomado una decisi¨®n en presencia de Dios.
V¨¦anse las notas de Mt 19,1.
5,32  Fuera del caso de uni¨®n ileg¨ªtima. El texto griego utiliza la palabra ¡°porneia¡± que tiene un sentido muy amplio. Puede referirse tanto a una relaci¨®n ileg¨ªtima como a cualquier cosa ¡°porno¡±. La sentencia podr¨ªa traducirse: ¡°fuera del caso de infidelidad¡±, pero lo m¨¢s probable es que Mateo piense en los numerosos cristianos de su tiempo, convertidos del paganismo, que al entrar en la Iglesia romp¨ªan sus uniones ileg¨ªtimas anteriores.
El divorcio, si es consentido por la mujer, ¡°la hace cometer adulterio¡±.
5,33   V¨¦ase Dt 23,22. Los jud¨ªos ten¨ªan m¨¢s respeto que muchos de nosotros por el nombre de Dios. No obstante, sin nombrar a Dios, muchos juramentos se calculaban de tal manera que se sent¨ªan libres de no respetarlos. Jes¨²s denuncia esas argucias. Nunca se llegar¨¢ a algo si no se es veraz en todo.
5,37  Cualquier otra cosa procede del demonio y de una preocupaci¨®n ansiosa de defendernos y justificarnos ante los dem¨¢s. Los hijos de Dios dejan al Padre el cuidado y la defensa de su reputaci¨®n y de su persona. La verdad siempre se sabe, y nosotros honramos al Padre cuando simplemente nos contentamos con dar nuestro testimonio (ver Mt 23,16; Jc 5,12).
5,38   V¨¦ase esta ley llamada ¡°del tali¨®n¡± en Lv 24.17. Esta ley es buena en tanto se mantiene en el ejercicio de la justicia, ya que invita a los jueces a no ceder ante las presiones del poderoso que ha cometido alg¨²n delito y quiere arreglar su falta con dinero o soborno; as¨ª entendida, la ley del tali¨®n pretende ante todo defender al d¨¦bil. Pero, igual que en 5.31, se vuelve falsa si se transforma en la norma de las actitudes personales, porque entonces enseña la venganza y mata el respeto y el amor que se deben a los dem¨¢s, aun cuando sean pecadores. Jes¨²s le opondr¨¢ la ley del perd¨®n en Mt 18,21.
No resistan al malvado. Una vez m¨¢s esto no es una ley que se deber¨ªa observar en cualquier asunto, porque en el mundo tal como es, es necesario proteger a los d¨¦biles y resistir a los que destruyen la vida. Jes¨²s señala el camino para destruir la violencia: hay que suponer que el otro est¨¢ tan seguro como nosotros de su pleno derecho, y si se hace lo contrario de lo que sugiere la reacci¨®n pasional, es posible desconcertarlo y sanarlo de su violencia.
La palabra de Jes¨²s tiene m¨¢s alcance todav¨ªa: renunciar a defenderse puede ser, si el Esp¨ªritu lo sugiere, el medio para que Dios intervenga en el conflicto, y mejor a¨²n, venga a visitar nuestra casa.
Si alguien te obliga¡­: Jes¨²s se dirige a un pueblo de agricultores humillados y oprimidos por las tropas extranjeras. Su reacci¨®n habitual era la sumisi¨®n resignada que disimula el odio y aguarda la revancha.
5,43   Amar¨¢s a tu pr¨®jimo. El Lev¨ªtico lo dice (Lv 19,18), pero s¨®lo reconoce como pr¨®jimo a quien es miembro del pueblo de Dios. La solidaridad dentro del grupo se apoya en un instinto inscrito en la naturaleza, pero fuera de ¨¦l los grupos sociales s¨®lo encuentran su identidad oponi¨¦ndose unos a otros.
No har¨¢s amistad: el texto dice: ¡°odiar¨¢s a tu enemigo¡±. La expresi¨®n no se encuentra as¨ª en la Biblia, pero s¨ª su equivalente (Dt 7,2). Al hablar de los otros pueblos que conviven con los jud¨ªos en Palestina, se pide que no se los ayude (Esd 9,12) e incluso que se los haga desaparecer (N¨²m 31) antes que compartir con ellos la tierra prometida.
Con el Evangelio aprendemos a reconocer y a amar a las personas y a los pueblos as¨ª como Dios los reconoce y los ama: ¨¦sa es una novedad que ignoraba el mundo y que todav¨ªa le cuesta aceptar tanto a los que tienen alguna religi¨®n como a los que no la tienen.
5,44  El amor a los enemigos: Mc 12,31; Lc 10,27; Rom 13,9; G¨¢l 5,14; Stgo 2,8; Rom 12,20; Lc 23,34; He 7,60; Rom 12,14; 1Co 4,12; Ef 5,1.
5,48  Cuando se llega a comprender que cada persona tiene su lugar en este mundo y que Dios dirige todo para el bien de todos, entonces vemos como Dios y somos perfectos como el Padre es perfecto.
Esta preocupaci¨®n por ser perfectos motiva todos los puntos de la nueva moral (5,21-47). Jes¨²s no pide solamente multiplicar obras buenas, como el perd¨®n o la generosidad, que merecer¨ªan un premio de Dios. Cada uno de sus preceptos lleva a una transformaci¨®n personal, a una superaci¨®n de la mezquindad, del temor, de los prejuicios paralizantes. El disc¨ªpulo que los cumple se elevar¨¢ a una visi¨®n del mundo y de los hombres que lo har¨¢ cada vez m¨¢s capaz de entrar en la ciencia y la sabidur¨ªa del Padre.